En España no hay un sistema electoral sino varios, teniendo en cuenta las modalidades territoriales. Tristemente, todos adolecen de vicios antidemocráticos. El modelo proporcional de la regla d´Hondt, agravado por las barreras de acceso, destruye el principio de igual valor de todos los votos. Los repartos de restos premian a unas listas y penalizan a otras. Los porcentajes mínimos que evitan cámaras y corporaciones proliferantes, lo hacen a las bravas, privando a miles de ciudadanos del derecho a estar representados y a exigir la defensa polìtica de los demás derechos si alguien o algo los vulnera. Las listas cerradas y bloqueadas relativizan el voto en conciencia por anteponer la marca en bruto a las personas que gozan de la confianza efectiva del elector. La carencia de una segunda vuelta impide clarificar lo que la primera deja irresuelto. Etcétera...

Se dice que no hay sistema perfecto, y punto. Lo insostenible es convocar a urnas sin corregir en lo mínimo las disfunciones de la convocatoria anterior. Después del 24-M han asombrado al país noticias tan escandalosas como las del sistema canario, que atribuye más escaños al que no ha sido más votado, o premia con tres actas un resultado de cinco mil votos mientras deja fuera a quienes sumaron cincuenta y cuatro mil. En el archipiélago tiene tantos escaños el 18 por 100 de la población como el 82 por 100 restante, lo que implica diferencias brutales en el valor del voto. El territorio merece sin duda la atención parlamentaria, pero no su disparatada equiparación a los sujetos de derecho de toda democracia, que son las personas.

Los descalabros de algunos partidos serían menos crueles con un sistema mayoritario de listas abiertas, entre cuyos nombres pueda el elector recomponer la de su sincera preferencia. Hay candidatos valiosos en todas las propuestas, junto a los que no inspiran confianza o son perfectos desconocidos. El compromiso del ciudadano se sentiría mejor representado por el parlamentario o el concejal directamente obligados a rendirle cuentas por encima del partido en que milite. Y se sentiría más digno que en su papel de anónimo interpelado un día cada cuatro años y de cero a la izquierda el resto de los días. Las variables de mejora son numerosas. La preservación del sistema vigente favorece a los corruptos y puede frustrar un cambio que invoca la prioridad de la persona como objetivo de toda política, empezando por igualar el valor de cada voto.