Imagino que ustedes, como yo, se equivocan a diario. O al menos, una vez a la semana. Yo me equivoco todos los días y, bueno, con el tiempo uno se acostumbra a meter la pata de forma tan constante. Sin embargo, hace unos días, concretamente cuatro, caí en la cuenta de una equivocación que cometí el pasado 24 de mayo. No diré la ciudad, no diré el partido, sólo diré que voté y me equivoqué y que ahora tengo la sensación de haber actuado mal. No es la misma que -y está seguro que la han experimentado algunos de ustedes- la de haber tirado el voto a la basura, al arroyo o a cualquier sitio donde no vaya a tener utilidad. No. Es la sensación de que, con mi voto, apoyando a quien he apoyado, estoy poniendo en peligro el futuro de mi ciudad y de mis vecinos. Y es que el pasado martes, mientras echaba un vistazo a la prensa local de mi ciudad -que ya habrán adivinado que no es Málaga, pero que tampoco está muy lejos- leía con horror que el candidato, mi candidato, proponía en una asamblea local del partido, apoyar la investidura el próximo 13 de junio del alcaldable por la candidatura de Podemos de turno en la ciudad y, durante sus años de mandato, bloquear su gestión para así arañar votos de cara a futuros comicios. Tal cual. De estas afirmaciones -por las que algunos miembros del partido han pedido su cabeza o de lo contrario cogen la puerta y se largan- ayer no quedaba ni mijita, claro.

«Dios mío, ¿pero qué he hecho?» fue la más suave de las barbaridades que se me vinieron a la mente esta semana, cuando descubrí que la mezquindad y la vileza también iban en la lista a la que di mi voto el 24M, cuando comprendí el miedo y los reparos que muchos ciudadanos tienen a esas nuevas fuerzas emergentes que, sin poca o ninguna experiencia política, van a ir ocupando cargos de responsabilidad en municipios, diputaciones y parlamentos. El problema es que el partido del sujeto al que yo voté no es ni mucho menos nuevo, y que a la hora de votar de nuevo, no buscaré papeletas rojas, azules o moradas. Me da que las veré todas negras.