Ayer tarde, la socialista Susana Díaz fue investida presidenta de la Junta con el voto afirmativo (9) de Ciudadanos. Es la hora de Susana, después de unos alocados 80 días en los que primaban más los intereses de los partidos alineados en el frente del no. No hay tiempo que perder y ahora le toca formar gobierno; del acierto en su composición dependerá, en buena parte, que Andalucía salga de la atonía en que se encuentra, con una gestión política que ha estado paralizada. Susana Díaz tendrá que formar un gobierno donde prime la eficacia, la cultura del diálogo, con consejeros propensos a llegar a acuerdos y ser conscientes de que de las urnas salió una nueva forma de gobernar, con minoría en la Cámara andaluza.

Por lo que tengo oído a Susana Díaz ella es consciente de que debe gobernar de una forma diferente a los que hasta ahora ha tenido el Partido Socialista, con mayorías absolutas salvo en la legislatura de la «pinza» (PP e IU, bloqueando en la Cámara al presidente Chaves).

Susana Díaz manda y mucho y sabe que no le acechará una mayoría alternativa pero sí que va a gobernar con un control que, en algunos momentos, podrá ser atosigante. Es de esperar que las tablas políticas de Susana Díaz le permitan transitar con valentía y responsabilidad ante los retos por delante y que, en parte, se recoge en los acuerdos pactados con Ciudadanos.

Es de esperar que las heridas abiertas durante la larga y procelosa negociación se cierren y todos estén en lo fundamental: Sacar a Andalucía de los niveles angustiosos de paro, de que se luche para evitar que una de cada tres familias se encuentre en el umbral del hambre; que se echen las siete llaves a la corrupción y mantener que es posible gobernar con sentido común y desde la izquierda. Susana Díaz tiene la palabra, aunque ya sabe que no tendrá un mandato muy cómodo.

De entrada, el PP andaluz, mascando su soledad, arruinado en sus perspectivas de cuotas de poder en los municipios más importantes, en los que hasta ahora gobernaba con mayoría absoluta (podrá mantener los de Almería, Jaén y Málaga) ya ha diseñado su hoja de ruta: A la señora Díaz, tal cual la llaman, ni agua. No es de fiar. Miente más que habla y no terminará la legislatura. El PP sigue cavándose su propia sepultura. Lamerse las heridas es propio de una derecha irredenta que sigue dando tumbos y no encuentra su sitio en Andalucía. El papelón de Moreno Bonilla no se lo doy a nadie.

Nada claro lo tiene Podemos, cuya líder, Teresa Rodríguez, no termina de romper aguas. Tiene una considerable carajera, sometida a un partido jerárquico (Pablo Iglesias, dixit) y que en sus contactos con Susana Díaz quedó claro que ni física, ni química, ni sintonía hay entre ambas. Podemos, en la Cámara andaluza, lo va a tener un poco chungo y si no, al tiempo. Lo mismo le puede suceder a IU con Antonio Maillo que, pese a rebajar su diapasón en sus declaraciones sobre Susana Díaz, tendrá que hacer esfuerzos casi imposibles para que su fuerza tenga alguna relevancia.

Lo dije cuando Susana Díaz convocó elecciones y lo digo ahora: Es la hora de Susana. De ella depende que Andalucía siga siendo un referente de la izquierda en España, pese o con Ciudadanos.

La poltrona (Cuarenta y ocho horas antes)

1.- Paco de la Torre, prisionero de Juan Cassá. Matrimonio con olor a ajo y propenso a los ronquidos. A Cassá le gusta jugar a la ruleta rusa. Él no lo sabe, pero es un juego letal.

2.- Pedro Fernández Montes (Tutankamontes, versus Teodoro León) y su espectacular bajada de pantalones, a pleno día y en la plaza de las Banderas, con los mástiles inhiestos. ¿Problema? El partenier es mujer. Pero todo sea por el poder y la pasta, el sino de Montes.

3.- Ángeles Muñoz (Marbella), Nozal (Mijas), Salado (Rincón), Delgado Bonilla (Vélez), al paro político. En la oposición no venden mantas. La altanería y la prepotencia se pagan. Y lo que es peor, su manifiesta incapacidad para pactar y negociar, sobre todo de Muñoz y Nozal.

4.- Martín Serón (Alhaurín), un alcalde condenado. ¡Menudo blasón para los alhaurinos! ¡Que ellos se lo coman!

5.- Paco Conejo, incansable mosca cojonera, todavía espera llegar a la poltrona de la Diputación, con Elías Bendodo hecho un brazo de mar. Sería la puntilla para un PP al que le cuesta, y mucho, negociar. En muchos casos imperaron posiciones personales que los del partido.