Hace algunos días cayó en mis manos un artículo publicado en la Revista Victoria -publicación periódica del Colegio Maristas- en el mes de marzo 1999. Lo firmaba Juanjo Fernández, el que fuera entrenador de aquel Puleva Maristas que a todos nos maravilló en una época más que dorada del deporte malagueño y que se titulaba ´La mente del ganador´.

Lo cierto es que tan solo viendo el autor comprendí que era un documento de obligada lectura por la necesidad de empaparme de la enseñanza de uno de los mejores entrenadores que hubo, hay y habrá en el deporte nuestra ciudad. Alguien me enseñó no hace mucho que todos los que nos dedicamos a los banquillos podemos y debemos aprender de los más grandes, independientemente del deporte al que se dediquen. De todos se puede aprender algo nuevo, porque al fin y al cabo aunque los deportes cambien en mayor o menor medida la dirección de un vestuario o la gestión que se hace de un deportista son un mismo campo en común en todas las disciplinas.

´La mente del ganador´ hablaba de muchas cosas, pero sobretodo de una en concreto: la voluntad del deportista. Quien mejor que él para acercarnos a un mundo que él exploró como nadie con un equipo de patio de colegio. Aquel Puleva Maristas que Don Juanjo, como le conocemos cariñosamente los que seguimos teniendo relación con él, entrenaba allá por los años 90 quizá no era el equipo que más talento tenía, ni el que contaba con los mejores jugadores. Seguro que había equipos muy superiores que le doblaban el presupuesto, pero con los que competían sin parar e incluso llegaron a ganar en alguna ocasión. Sin embargo, había algo que les diferenciaba del resto.

Lógicamente todas las evoluciones de un equipo se van marcando paso a paso durante los entrenamientos, en todas las prácticas que se hacen a lo largo de un año. Pero no es menos cierto, y eso lo he aprendido de los grandes maestros que he tenido y tengo cerca, que la fuerza de voluntad que puede tener un jugador es lo que realmente marca la línea de poder ser el mejor de los mejores y superar cada una de las adversidades que se le presentan en el camino, o simplemente quedarse en el intento y ser uno más del montón, que lógicamente puede ser bueno en su disciplina, pero que nunca podrá aspirar a entrar en el selecto grupo de los mejores.

Desde el primer día en el que cogí una pelota de baloncesto me inculcaron una serie de valores que hoy en día pretendo enseñar a los que siguen mi camino. Uno de esos valores es el afán de superación, la fuerza de voluntad, la mente ganadora como la denomina este maestro de los banquillos al que hago referencia. Y no le faltó razón en ninguna de las letras que escribió hace ya 16 años y que estoy seguro que se mantendrán en el tiempo, porque tanta sabiduría no tiene caducidad. «La confianza en uno mismo es claramente el reflejo de la voluntad» y «los deportistas consumados se distinguen de aquellos que simplemente lo hacen bien en que asumen una responsabilidad activa para conseguir los éxitos» son dos de los fragmentos que he rescatado para los anales de mi historia como entrenador y que reflejan muy claramente lo que trato y trataré de poner en práctica con mis pupilas. Para ser mejor jugador, y ya no mejor jugador, sino mejor persona , hay que querer serlo, estar convencido de querer serlo y tener claros los mecanismos que hay que utilizar para poner en práctica todo aquello por lo que se quiere luchar. Todo eso está en la mente, en la confianza que tenga cada uno de poder conseguirlo y ser constante para mantenerlo. Porque lo difícil no es llegar, ya lo saben.

Por eso, y citando de nuevo al ´maestro´, todos los éxitos en el deporte y en la vida empiezan en el deseo y en la fuerza de voluntad necesarios para conseguirlos. Esto es una verdad como un templo, y si alguien no lo ve así es que jamás se ha sentido deportista o jamás ha tenido ese afán de superación necesario para ser mejor. La voluntad, la dichosa fuerza de voluntad, es lo que a todos nos marca la línea para poder crecer.