Ya tenemos los ayuntamientos listos, Susana por fin se decidió a conformar gobierno en Andalucía y Mariano tiene los cambios del Ejecutivo a puntito de caramelo para ponerse a trabajar... justo cuando empieza el verano. Porque mañana a las seis y media de la tarde ya es verano, y con el caloret las corbatas, como las responsabilidades se aflojan un poquitín. En el Congreso de los Diputados, que practicamente se tira un par de meses sin actividad alguna a partir de julio, y en Sevilla, porque si no está pariendo ya, poco le falta a la ya presidenta de la Junta de Andalucía. Pero en Málaga, no. En Málaga la nueva corporación municipal se ha puesto manos a la obra desde el sábado pasado y está dejando la ciudad como los chorros del oro para que los malagueños y malagueñas y los miles de turistas que la visitan puedan disfrutar de ella durante los meses estivales.

Oigo piquetas everywhere. Me despierta el sonido de la acera quebrándose bajo el buen hacer de un operario municipal para la colocación de un nuevo husillo en el entorno de la calle Ollerías; esquivo a trabajadores que adecentan el ajardinado de Ciudad Jardín y le dan una nueva mano de pintura a las líneas de la calzada. Y me alegro, sí. Me alegro porque significa que la única promesa electoral que me llegó al alma, allá por el lejano mes de diciembre, ya debe estar cumpliéndose, aunque sea a cuentagotas. Ya tengo ganas de pasear por el Centro bajo el cálido sol del Mediterráneo en un dura tarde de esas de Terral, que me reseque la garganta y la piel, porque solo tendré que acercarme a la plaza de la Merced, para poder refrescarme con un buen trago en una de las 45 nuevas fuentes de agua potable que el Ayuntamiento iba a instalar antes de Semana Santa y que, si no las están colocando en la Marina o en La Malagueta mientras escribo, poco faltará. En De la Torre y Cassá confío. Y si a los nuevos gobiernos de unidad popular de Madrid, Cádiz o Barcelona no se les da ni 72 horas de crédito, yo al de Málaga le doy 80 días de margen. Ahí queda eso.