Cuando vivíamos mal

A partir de los años sesenta, España era un país que a pesar de su aislamiento con Europa empezaba a emerger, teniendo estabilidad, abriendo sus puertas a todo el turismo internacional y proliferando su industria. Quizá las generaciones nacidas en esa época, incluso un poco antes y hasta 1980 fueron afortunadas, teniendo viviendas sociales, la oportunidad de estudiar con becas y de comprar pagando intereses de hasta un 23% y además se podían pagar, aunque naturalmente con mucho trabajo, pero al menos lo había y circulaba el dinero del consumismo, haciendo colas en tiendas, restaurantes y lugares de ocio. Después empezaron aparecer lo que llamamos las generaciones perdidas, que están más preparadas pero no tienen oportunidades de trabajo. Los logros sociales actuales, sobre todo a partir del 65, estaban conseguidos al menos en un 85%. Por supuesto que no había los avances tecnológicos que tenemos hoy, pero lo más asombroso es que no se pagaban impuestos, hasta que apareció un tímido I.T.E, impuesto de tráfico de empresas de un 2 ½%. Por naturaleza, los humanos tenemos tendencia a ser un poco pesimistas y siempre nos quejábamos. Sin embargo ahora he de reconocer lo bien que vivíamos cuando vivíamos mal.

Diego Fernández Villar. Málaga

Cambio esclarecedor

Después del descalabro del PP en las elecciones municipales y ante la inminencia de las generales, el instinto de supervivencia hacía esperar que realizara un cambio en el que pusiera toda la carne en el asador. Pero el que Rajoy no encontrara otra solución que insistir en más de lo mismo, asumiendo aún más poder, muestra hasta qué punto está agotado su proyecto y su equipo. De nada ha servido el consejo de su principal barón de que se mirara al espejo, como repetían unos ciudadanos, afectados por las acciones preferentes, a las puertas de su sede, mientras Rajoy anunciaba lo que un diario madrileño titula irónicamente a toda página «un cambio estético». Los dioses, decían los griegos, ciegan a quienes quieren perder, para que ellos mismos provoquen su ruina.

Diego Mas Mas. Málaga