Iberia subastaba hace días más de 20.000 objetos perdidos, en un solo lote. Un objeto perdido es siempre una historia: la del descuido que origina el extravío, la del intento o no de recobrarlo, la de la dejadez en su rescate, o la distancia y dificultad, hasta la pérdida definitiva. Incluso a veces, como en el extravío no remediado de una maleta llena de ropa y otros enseres, la voluntad secreta de deshacerse de un pedazo entero del propio pasado. La relación de una persona con sus cosas es misteriosa (por eso echar a la basura, de golpe, el contenido de un vaciabolsillos suele ser traumático). La subasta deja detrás, más que un rebufo, un vacío: el de la pérdida de adherencia de miles de cuerpos a cosas que habían sido suyas, como se deshace la cola de un cometa, los recuerdos en la espalda honda de la memoria, o, simplemente, las vidas cuando pasan a formar parte de la materia oscura.