El Gran Hermano se despertó y 1984 ya estaba allí. El gran ojo vigilante, amenazador, descubrió que no solo era posible controlar lo que haces, sino lo que hiciste. Todos tenemos un pasado que puede ser utilizado en nuestra contra. Ahí está twitter para demostrarlo. Juan José Millás dijo alguna vez que, bien investigados, todos nos merecemos diez años de cárcel. Ahora esa investigación es posible y el Gran Hermano se relame de gusto mientras rastrea las redes en busca de alguna estupidez cometida cuando éramos jóvenes y poco avisados, o estábamos pasados de copas, o de dolor (o de las dos cosas), o simplemente nos pilló en un mal momento, que ya dijo el gran Chiquito de la Calzá que una mala tarde la tiene cualquiera. Pero lo que antes no pasaba de ser una burrada dicha en la barra de un bar con más o menos gracia ahora se queda para siempre en la memoria digital, enredando nuestro futuro sin que sepamos en qué momento va a caer sobre nosotros. Las familias ya no tienen un cadáver en el armario, como antaño, sino un tuit inoportuno que cuando menos te lo esperes cercenará de un plumazo la brillante carrera de un futuro prócer.

Abomino del mal gusto, pero no seré yo quien tire la primera piedra contra nadie por contar un chiste racista, homófobo, machista, improcedente. Eso lo hemos hecho todos alguna vez, pero tuvimos la fortuna de no dejarlo por escrito en lo etéreo y ahora no pueden arrojárnoslo a la cabeza. Pero por ese camino solo se llega a la conclusión de que la malo no es robar, sino que te pillen, lo que no es más que un homenaje a la hipocresía. Del padre de Manolo Caracol (Caracol Viejo, nacido, como Picasso, en 1881), cuentan que estuvo una noche entera en una juerga de señoritos contando chistes de cojos. Y cuando, ya de madrugada, acabó la fiesta y fue a cobrar, el que pagaba se puso en pie con una evidente cojera de las de calzo en el zapato. Y el viejo cantaor, con la rapidez mental del que ha sido bendecido con la gracia y la inteligencia, se disculpó así: «Mire ´usté´, que ´pa´ mí un cojo es el que tiene la pierna ´cortá porcima´ de la rodilla».

Los representantes públicos han de ser modelo de comportamiento, pero no deja de extrañarme que la norma tenga un carácter retroactivo tan marcado así, de repente. Con ese mismo criterio la tan querida y valorada Transición no hubiera sido posible. Si a cada uno de los que se les podía probar, documentalmente, que apoyaron a la dictadura, alzaron el brazo, cantaron el Cara al sol o juraron los «Principios Fundamentales del Movimiento» se les hubiese descalificado para siempre, no hubiera quedado nadie para conducirnos a nuestra pulcra democracia.