Bueno sí. El blanco de las camisetas del equipo de Laso. Tres a cero rotundo. Demasiado fácil para todos los aficionados al baloncesto que esperábamos un play off más largo e igualado (por aquello de ver más partidos). Pero no pudo ser y los campeones de la Supercopa, la Copa del Rey y la Euroleague no dejaron pasar la oportunidad de completar el póker de títulos para certificar una temporada perfecta.

El FC Barcelona no plantó oposición. Un equipo con un enorme presupuesto y una poderosa plantilla con jugadores de calidad, clase y talento indiscutibles pero que todavía no estaban preparados para ganar. Seguro que con algún retoque pronto ganarían títulos importantes los Abrines (enorme talento, su físico no evoluciona), Hezonja (en cuanto pueda y le dejen cruza el charco), Satoransky (cómo ha mejorado su tiro de tres y su lectura de juego), Thomas (gran jugador, poco liderazgo), Oleson (no ha estado a su nivel) y Tomic (mucha calidad, muy blando). Ahora mismo todavía no pueden. Doellman se pierde en los momentos importantes cuando hay que tirar del carro y el que siempre tira de él no ha podido jugar por lesión. Lo mismo Xavi Pascual pensó en contratar a Babieca para sacar a Navarro a sus lomos como si del Cid se tratara.

El principal problema del equipo (por juventud o falta de carisma) ha sido el carácter. Y el carácter es la mayor virtud del Real Madrid. Ese carácter no se puede leer en la estadística pero es, seguro que junto a otros detalles, lo que ha hecho que para el Barcelona haya sido imposible disputar ningún partido en el play off final. Los de Laso han madurado a fuerza de palos tras perder las dos últimas finales de Euroleague o la Liga el año pasado en el quinto partido frente, precisamente, el Barça. Pero es que han sumado al equipo a jugadores como Nocioni (todo carácter) y Ayón (vaya consistencia). Macioulis y Rivers se han sabido adaptar a un rol secundario pero de gran importancia (que le pregunten a Laso de la importancia de Carroll). La diferencia en valoración de los jugadores no titulares de ambos equipos ha sido abismal a favor del campeón de Liga.

Y ahora vendrán los cambios. En el Madrid dicen que Sergio Rodríguez está dispuesto a probar fortuna por segunda vez en la NBA. Llull tiene el físico y está en un momento en su carrera que debe dar ese paso porque además tendrá un rol importante en los Rockets de «La Barba» Harden. Bourousis y Mejri no han cumplido con las espectativas. Cambiar en un club con ese presupuesto no es tan difícil. Es más fácil si cuentas con que Rudy no se mueve y Felipe Reyes, recién renovado dos años, cada año que pasa está más joven. Ahora bien, que se marchen tus dos bases es un golpe más duro aún porque ambos son cupo. Pero el principal problema para la próxima campaña para este equipo será haber ganado todo en la actual temporada puesto que mejorar la hazaña es simplemente imposible. Como máximo se puede igualar (todos entenderéis de la dificultad del reto).

En Barcelona habrá cambios seguro. No es sólo que tú no hayas ganado nada, es que tu eterno rival lo ha ganado todo (como en el fútbol pero al revés). Encima el baloncesto ha sido la única sección de las importantes que no ha logrado título alguno. Y esto en años de elecciones. Por eso habrá altas y bajas en esa plantilla y que vendrán jugadores de primer nivel para fortalecer al equipo dentro de la pintura y darle algo más de carácter. Según he leído en alguna noticia parece ser que Creus deja el cargo de director deportivo. Como también ya hablan de que puede haber cambio incluso en el banquillo. Es lo que pasa en estos clubes tan poderosos, que no es un problema económico que alguien tenga contrato en vigor y se extiende una enfermedad instalada en todos los despachos que hace olvidar todo lo bueno que hizo el entrenador en un pasado no muy lejano ni la de títulos que logró instalar en la sala de trofeos del club (¿os acordáis de lo que pasó con Ancelotti?).

En definitiva, nos espera un verano movidito en estos dos equipos con daños colaterales en la ACB, tampoco es problema para ellos pagar cláusulas de salida del entrenador o jugadores en los que pogan sus ojos.