La gran literatura es aquella capaz de reflejar, y a veces hasta de resolver, episodios dramáticos de la vida que al jugar con la condición humana tienen vigencia casi eterna. Cuando Shakespeare escribió El Mercader de Venecia no podía saber, desde luego, que su tragedia daría cuenta bastante fiel de lo que sucedería entre los prestamistas y Grecia cuatro siglos y pico más tarde. ¿Qué ocurre cuando se llega a una situación límite en la que hay que elegir entre los derechos del prestamista y la existencia del deudor? Aunque en la obra de Shakespeare la cosa se complica muchísimo, el núcleo está en la decisión del Dux de Venecia, que para superar el dilema acepta una interpretación del contrato un tanto forzada, leguleya y oportunista. Lección: hay conflictos que sólo se superan mediante una ficción que fuerce los límites de la norma, salvando el fuero sin que rompa el huevo.