Pudo ser la madrugada de cualquier sábado en las urgencias de un hospital cualquiera de nuestra comunidad autónoma. Pero fue la madrugada del sábado 27 de junio, hace apenas 4 días, Hospital Clínico. Estuve allí.

Minutos antes de las 2 de la madrugada ingresaba un paciente, aparentemente crítico. Al parecer, acababa de perder súbitamente la conciencia. Inmediatamente se le practicó una analítica, por cuyos resultados habría que esperar entre 20 y 30 minutos. No había muchos pacientes en las urgencias. Una noche ´tranquila´. ¡Menos mal!

Mientras, los escasos enfermeros que estaban de guardia corrían pasillo arriba y pasillo abajo, atendiendo pacientes, que aunque no eran muchos eran demasiados para el poco personal sanitario que allí había.

Pasaron 30 minutos y nada se sabía de la analítica. Pasaron 2 horas y tampoco. Pero el personal trabajaba a destajo. El que allí había, claro está. Tres celadores para atender no sólo la unidad de urgencias, sino todas las necesidades del hospital, se nos antojan pocos. No importó, todo el mundo ayudaba. MIR, enfermeros y auxiliares también desplazan camillas y carritos desde observación a consultas. No se les caían los anillos. Eso es vocación, sin duda. Eran dos, máximo tres, residentes y pocos enfermeros, pero intentaban multiplicarse para suplir la falta de personal necesario.

Era evidente que les gustaba su profesión, cada uno con su categoría profesional: médicos en formación, enfermeros, auxiliares, celadores, personal de admisión y limpiadoras. No descansaron en toda la noche, intentaban suplir las carencias del sistema y la escasez de recursos, estaban entregados a los pacientes. Es una mala gestión sanitaria compensada por magníficos trabajadores. Hay que decirlo, para ellos el reconocimiento es tan importante como sus castigadas retribuciones. Pero no para todos, también hay que decirlo. Los hay que enturbian la magnífica labor que hace la mayoría. Son pocos, pero son.

Seis de la madrugada. El paciente llevaba 4 horas esperando que alguien le dijera algo sobre su analítica. Se habían sobrepasado en exceso los 30 minutos que debía tardar la prueba. Los que estaban allí no habían parado. No se les podía reprochar; también los trabajadores son víctimas del sistema sanitario andaluz, no sólo los pacientes.

Nadie coordinaba esa unidad de urgencias, a la coordinadora no se le vio en toda la noche. Es más, el personal desconocía su nombre, aunque podía perfectamente apodarse ´la ausente´.

Un médico residente, con apenas un mes de formación, sin tener a quien consultar creyó conveniente realizar un TAC, pero no había radiólogo hasta el día siguiente, o nadie sabía dónde estaba, que es lo mismo. Voluntad y buen hacer no le faltaba, como a ninguno de los trabajadores presentes. Había que esperar a la mañana, a que se hiciera de día, hora del café.

Pasaban las 6 de la madrugada, el paciente pidió hablar con el jefe de la guardia, también apodado ´el ausente´, médico, tiene el título. No estaba, no apareció a la primera llamada, no estuvo en toda la noche. A la segunda llamada dijo que no iba, así, sin rodeos. No debió gustarle que lo despertaran. Como tampoco debió gustarle a la coordinadora de las urgencias, que sí apareció a las 6.30, tras ser llamada. Eso sí, descansada, como recién levantada. No como el resto del personal que allí había. Era una cara nueva que aparecía por allí, cuando quedaban menos de dos horas para acabarse el turno, que, supongo, como el jefe de la guardia, cobrará completo.

Un paciente convulsionaba desde hacía dos horas, los residentes no sabían qué hacer; suerte que llegó la coordinadora, hasta entonces ´la ausente´. Podía no haber aparecido aún y seguir, como el jefe de la guardia, en brazos de Morfeo. No se le vio en toda la noche, nadie sabía de él. Ni siquiera cuando fue requerido por dos veces se dignó a acudir.

Es lo que tenemos, una pésima gestión sanitaria y escasos pero magníficos profesionales, la mayoría. Siempre hay excepciones.

Reconocimiento para los primeros, los que hacen kilómetros corriendo por los pasillos, los que sea cual sea su categoría profesional tienen un gesto amable y contribuyen desde su responsabilidad a la mejora de los servicios públicos. La sanidad lo es. Los demás, esos pocos que no están a la altura, que vayan ´despertando´ que su sueldo lo pagamos todos.