Tu madre octogenaria te dice que no se acuerda de que tu hermano la llevó a sacarse sangre por la mañana. Mírate el pinchazo en el brazo, mamá. Ése es de la semana pasada, te dice desconfiada…

En la radio del coche y en los periódicos, sin embargo, nada de eso parece importarle a nadie. Se preocupan por Tsipras, el primer ministro griego que, aunque ahora parece ceder un poco, le ha echado a Juncker un pulso en forma de referéndum sobre pagar o no la deuda, dirigido a quienes mandan en Europa: Merkel y el FMI. Hollande, que podría contar más, parece que se limita a observar, preocupado por el terrorismo yihadista, quizá.

Dos premios Nobel, Krugman y Stiglitz, denuncian que se humilla al pueblo griego por las condiciones impuestas y se les condena a la pobreza sine die. Han llegado a decir, por separado, que ellos votarían No en el referéndum del domingo si fueran griegos. Pero son estadounidenses. Otros economistas y pensadores locales y planetarios, en cambio, acusan a los griegos de haberse aprovechado de la corrupción de sus gobernantes en los últimos años, los mismos que mintieron sobre las cuentas del estado. En las calles de Grecia se mezclan, como en todo conflicto, razón y emociones. Pero el sufrimiento, como siempre, es el de quienes más necesitan el impulso y la asistencia social de su país, una Grecia actualmente «en mora» y bajo la amenaza de salir del euro. Pero eso de que las deudas sobredimensionadas y de un contexto anterior las paguen con más sufrimiento quienes tienen menos en España también pasa.

No se pone el pie en el cuello a quienes engañaron o gestionaron mal ni a los bancos que también se endeudaron por encima de sus posibilidades para seguir prestando. Durante ese periodo se ganó mucho dinero, aunque la mayoría mantuvo su sueldo de antes de la burbuja, pero tenían trabajo y pensaron que lo iban a tener ya siempre en su país, miembro de una Europa rica y moderna. No fuimos pícaros, sino ignorantes. Por eso, inducidos, nos endeudamos a 25, 30 y 40 años con hipotecas tasadas a precio de negocio de unos cuantos, con abusivo suelo hipotecario en cada mensualidad y sin posibilidad de dación en pago, al menos para no mantener parte de la deuda si perdíamos la vivienda. Hay gente sin cuello, la camisa a medida y la corbata impide encontrar la cervical sobre la que apoyar pie alguno. Aunque algunos ya no llevan corbata, han ido evolucionando hacia un cuello retráctil y caminan con la barbilla apoyada sobre la articulación esternoclavicular y la cabeza a la altura de los hombros.

Están pasando muchas cosas que nutren formatos televisivos que han cambiado los contertulios rosa amarillento por políticos y periodistas. Y aunque somos pequeños para dedicarles más tiempo que a nuestra madre o a nuestro hijo o a los papeles del paro, una cosa hemos entendido: la pobreza te deja el cuello y el nacimiento del pecho al aire, tan proclive a ser pisado…