Como la memoria es muchas veces corta y los acontecimientos se precipitan, no está de más recordar ahora las circunstancias de otros referéndums europeos como el que ahora anuncia en Grecia el acorralado gobierno de Syriza.

Por ejemplo, el que se celebró en 2005 en torno a la nueva constitución europea y que rechazaron mayoritariamente franceses y holandeses. Habían hablado los ciudadanos de esos dos países, pero los gobiernos no aceptaron aquello.

De modo que reescribieron y rebautizaron el documento y para evitar nuevas sorpresas decidieron que lo votaran esta vez los parlamentos, que era más seguro. Únicamente Irlanda lo sometió además de a sus legisladores a votación de los ciudadanos, y éstos también fue rechazado. Pero el Gobierno de Dublín impuso algún tiempo después una segunda votación, y terminó pasando. Todo un ejercicio de manipulación de la democracia.

Pero hay otro caso más reciente y tiene que ver esta vez también con Grecia: fue cuando gobernaba el socialdemócrata Yorgos Papandreu, que dimitió a finales de 2011 tras impedírsele por presiones de la UE llevar a cabo un referéndum en torno al segundo plan de rescate.

No se aceptó que se pronunciaran los griegos y se nombró a la cabeza del nuevo gobierno a un tecnócrata que había sido gobernador del Banco de Grecia y vicepresidente del Banco Central Europeo: Lukás Papadimos, quien se coaligó con el partido de extrema derecha Laos.

Por cierto que entonces por cierto no se escucharon tantas críticas como cuando el líder de Syriza, Alexis Tsipras, eligió, equivocadamente o no, como socio de gobierno a la derecha nacionalista de Anal. Como siempre: dos varas de medir.

Ahora, entre Escila y Caribdis - permítasenos la frase, tratándose de un griego- Tsipras ha decidido volver a consultar directamente a sus compatriotas, aun sabiendo al peligro al que se expone, porque para eso se inventó lo que llamamos todavía «democracia».

Pero es algo que cada vez asusta más a nuestros gobernantes, que prefieren decidir las cosas que nos afectan a todos en conciliábulos y muchas veces con nocturnidad y alevosía, como se aprobó aquí en España el acuerdo que constitucionalizaba asuntos sustanciales de la política económica del país: el llamado «acuerdo sobre estabilidad presupuestaria».

Es ésa una camisa de fuerza decidida impuesta a los gobiernos del euro y que ha asfixiado a base de inútiles rescates al pueblo griego, o más bien útiles tan sólo para los bancos alemanes y franceses, que recuperaron buena parte del dinero que en su día prestaron irresponsablemente a Grecia.

No contenta con fijarle al gobierno de Atenas un objetivo presupuestario global para que luego ése decidiese libre y soberanamente la mejor manera de cumplirlo, es decir, haciendo el menor daño a la población, la troika se empeñó en escribir hasta la letra pequeña, imponiendo condiciones draconianas a una población, ya suficientemente castigada por la crisis.

Entre esas medidas están por supuesto más privatizaciones - es decir, pan para hoy y más hambre para mañana - aumento del IVA para una población ya suficientemente empobrecida, eliminación gradual de determinadas ayudas a los pensionistas y otras por estilo. Eso mientras la troika rechaza la subida que quería Atenas del impuesto sobre sociedades. Pura ideología neoliberal, como vemos.

Y todo ello ¿para qué? Para que, como indica un documento interno revelado por la prensa británica, para el año 2030, la deuda griega siga representando un 118 por ciento de su PIB. Todavía hoy, después de todos los sacrificios de la población, alcanza el 175 por ciento.

Siete años después del estallido de la crisis, y tras dos mal llamados «rescates», la economía griega, en lugar de recuperarse, se ha contraído un 25 por ciento; el 10 por ciento de los hogares carece de electricidad y el desempleo llega a un 26 por ciento en general y supera un 50 por ciento entre los jóvenes. En vista de todo lo cual, la troika insiste en su receta: más reformas.

¿No es puro sadismo o, como ha dicho el ministro griego Varoufakis, el equivalente económico del ahogamiento simulado (waterboarding) de la CIA?

Para el Nobel de Economía estadounidense Paul Krugman, lo que ocurre en Europa es un intento en el que participa la mayoría de los dirigentes europeos de derribar a Tsipras porque no toleran que haya en Grecia un gobierno opuesto a las políticas que sólo han contribuido al aumento de las desigualdades. Es decir, es un ataque directo a la democracia.