Dominique Strauss Kahn, DSK, se le cuestiona seriamente la moralidad en asuntos de cama, pero tales asuntos no afectan necesariamente a su capacidad como economista. El exdirector del Fondo Monetario Internacional acaba de hacer pública una reflexión sobre lo de Grecia que contiene un reconocimiento de errores, una propuesta de política a seguir y un aviso sobre su eficacia. Una reflexión cuanto menos interesante.

DSK reconoce dos errores, de los que asume su parte de culpa. Uno: haber obviado que la naturaleza inacabada de la Unión Monetaria estaba en el origen del problema y debía ser una parte esencial de su solución; es decir, que el euro se defiende fortaleciendo el poder de las instituciones comunes (en detrimento del poder de los estados). Dos: haber «subestimado la profundidad de las debilidades estructurales de Grecia», que exigían un mayor apoyo y vigilancia.

Tras advertir que seguir financiando la deuda con nueva deuda se ha demostrado un camino ineficaz, DSK propone algo bastante radical: que las instituciones dejen de inyectar dinero a Grecia pero a la vez que le concedan una moratoria de los pagos y una reducción del nominal de la deuda. Un par de años sin el peso de los constantes vencimientos, pero también sin transfusiones, y que espabilen sin excusas. Algo así como empezar de cero: sin cargas y sin muletas.

«Los griegos deberán tomar por si mismos sus decisiones presupuestarias; para empezar, el gobierno deberá recaudar impuestos y hacer frente a la oligarquía, a los intereses privados y a la pesadez de un aparato del Estado que socavan su formidable potencial», afirma. Para este esfuerzo deberían contar con una ayuda de organismos internacionales, pero en una «cooperación constructiva» en lugar de una «condicionalidad antagonista».

Y finalmente, el aviso: DSK advierte que su propuesta «puede fracasar si las autoridades griegas no son lo bastante valientes o independientes para hacer lo necesario, pero vale la pena intentarlo, porque todas las demás alternativas son peores».

Lo malo es que tanto el FMI como el BCE, la Comisión Europea y gran parte de los gobiernos de la Eurozona parecen haber llegado a la conclusión que las autoridades griegas son, efectivamente, incapaces de «hacer lo necesario» por ellas mismas. En realidad, algunos llegaron a tal conclusión en el mismo momento en que Syriza ganó las elecciones. En consecuencia, han optado por exigir una rendición incondicional que sirva además de aviso para navegantes.