Indignación e impotencia con la situación política del país

Es tan grande la indignación e impotencia que me abate, que no tengo más remedio que escribir estas líneas.

Llevamos 37 años de «democracia» desde que se aprobó la Constitución, y a pesar de los avances conseguidos en distintos periodos de estas legislaturas, aún quedan por resolver, de acuerdo con lo ocurrido en estas dos últimas décadas de bipartidismo, la aplicación de la Constitución referente a vivienda, a educación, a trabajo, a pensiones y en definitiva a todas aquellas mejoras que benefician a una mayoría social y facilitan la convivencia. Asimismo, modificar aquellas leyes que demandan la actual sociedad, tales como la ley D’hont, las Cámaras (su composición y funciones), la elección de los representantes del poder judicial, etcétera.

La actual situación política tanto municipal, como autonómica han determinado, por el voto libre de los ciudadanos, un cambio en la forma de gobernar, es decir, no a la alternancia PP-PSOE, no al ordeno y mando, sí al pacto, al consenso, al diálogo y sobre todo a que el ciudadano participe de otra forma, no solo a través de los instrumentos y normas que de una u otra manera están bastante controlados por el poder, siendo una falsa participación (se hacen por los pasillos), sino con la participación real de los ciudadanos a través de los movimientos vecinales y demás organizaciones sociales y cuyas decisiones, por su importancia, tengan carácter vinculante y ejecutivo en su ámbito. Mi indignación, como decía al principio, está fundamentada en estos años de «crisis provocada» y que están llegando, a pesar de un repunte económico, a situaciones increíbles. Me explico: en unos años hemos pasado de ser una sociedad de «clase media» y un nivel de vida (no superior a nuestras posibilidades, como dicen muchos «personajes» económicos y políticos), favorable a la mayoría social a un nivel degradante, desigual, desintegrados e injusto. La desaparición de «esa clase media» que fundamentalmente es la consumidora, la trabajadora, la integradora, etcétera, el aumento de los ricos, en contraposición aumentan los pobres (de diferentes niveles), la pérdida de empleo, pérdidas de derechos laborales, pérdidas en los más débiles socialmente (discapacitados, mayores, pensionistas, etcétera).

Todos estos «sin sabores», se aumentan cuando permanentemente se «bombardea» a las fuerzas políticas emergentes, que traen aire nuevo y de cambio, pero no «bolivarismo, ni comunismo, ni extremismo», son ciudadanos elegidos por el pueblo llano, pueblo marginado, pueblo debilitado política y socialmente y que han conseguido ilusionar a una gran mayoría social, para llevar a los más débiles y necesitados a mejorar sus vidas.

Es incomprensible que los medios de comunicación públicos y algunos dirigentes del PP-PSOE y del Gobierno hagan apologías del enfrentismo, «de provocación social», con el único objetivo de intimidar, de meter miedo a los ciudadanos y diciendo que estas fuerzas provocan «el desastre», «el extremismo», «el caos», «la ruptura democrática» y otras abrumadoras palabras y no más lejos de la realidad en estos días de gobiernos municipales, que a pesar del acoso y derribo de dirigentes del PP y de aquellos medios periodísticos que buscan «la carroña, como los medios audiovisuales, van a fortalecer la confianza ciudadana en estas fuerzas emergentes. No tiene ningún parangón lo ocurrido con algún concejal de Madrid (la señora Aguirre no es capaz de aceptar su derrota y promueve por dentro de su partido y por fuera todo su egoísmo), con las declaraciones del Gobierno «sobre las ayudas sobre la memoria histórica» y sobre todo la corrupción organizada del PP y que se están yendo muchos «de rositas». ¿Qué hace la Justicia? El caso Gürtel lo va a juzgar conservadores y puestos por el Gobierno.

Mientras no devuelvan el dinero robado a los ciudadanos y paguen sus fechorías en la cárcel no habremos recuperado la normalidad cívica.

Los datos fríos y escalofriantes de los niños que mueren por falta de alimentación, de los que sobreviven en condiciones infrahumanas y que a la larga crecen con dificultades físicas/mentales, generando una sociedad injusta.

Aún no he visto a ese grupo humano que está en contra del aborto (dicen que se matan vidas), manifestarse por la muerte de estos niños y mayores que mueren a diario y que tienen vida en esta sociedad (la doble-triple moral).

Ante estos desmanes de corruptelas, las pérdidas de derechos sociales, laborales y libertades nos llevan a votar fuerzas emergentes para cambiar en el Parlamento de España las leyes de recuperación social.

Sí, yo veo la televisión, La Sexta, y también la 13 y saco conclusiones.

Antonio Soria Medina. Málaga