Lionel Messi nunca será como Diego Armando Maradona. Argentina continúa idolatrando a Diego Armando, que fue el héroe que vengó al país de la derrota en las Malvinas. Messi ha jugado dos finales y ha perdido ambas. Ocurrió el año pasado en Maracaná, ante Alemania, y sucedió en Santiago contra Chile. Messi nunca ha tenido grandes cantores en su país. Tras dos fracasos tan notorios en los que se exigía que fuera él quien llevara a la selección al triunfo tendrá muy difícil empatar a Diego Armando. Messi ha tenido siempre la enemiga de muchos argentinos por su condición de jugador crecido en Barcelona. No tiene ligazón con clubes de su país. Maradona nació en Argentinos Juniors y fue muy amado en Boca Juniors. Cuando viajó a Barcelona ya era el gran ídolo de sus compatriotas. Maradona ha tenido una vida llena de claroscuros que han llegado a llenar de vergüenza a muchos de sus compatriotas y, sin embargo, ha perdido poco crédito. Ni sus relaciones con la droga, ni los escándalos públicos, han servido para disminuir la fe que tan generosamente le han prodigado sus compatriotas. En Argentina hasta crearon una secta religiosa con su nombre. Maradona llevó a su selección al triunfo en el Mundial de México de 1986. Allí dejó para la historia el gol de la mano de Dios y una jugada que será siempre recordada. Derrotar y hasta humillar con un gol ilegal Inglaterra, subió de grados la pasión de los suyos. En 1990, en Italia, con una selección muy mediocre llegó a la final. Aquél equipo tenía a Maradona y al portero Goycochea especialista en parar penaltis. Poco más. Messi ha jugado dos finales y en ambas ha salido derrotado. Y lo que es peor, su juego no ha convencido. En las dos ocasiones apenas entró en juego. En Santiago hizo una jugada extraordinaria que Higuaín no supo acabar en gol, pero fuera de dos detalles más no supo llevar a los suyos al triunfo. Tal vez en ello hay gran responsabilidad en el seleccionador, Tata Martino, que lo desenchufó porque prefirió que el equipo jugara a pelotazos largos. La falta de creación imposibilitó que Messi sacara a relucir sus más brillantes virtudes. La segunda derrota ha dejado a Messi a los pies de los caballos. En Argentina se le reprochará siempre que en dos finales no asomara por los caminos de la gloria. Lo inconsecuente, e injusto, está en el run-run que se escucha en Buenos Aires: Messi sólo es bueno para España. Es como si el fútbol europeo no fuera muy superior al suramericano. Los argentinos deberán reflexionar sobre un hecho concreto: Messi juega en el Barcelona que es todo un equipo. La Albiceleste es otra cosa bien distinta. La diferencia está en lo desigual que son los dos conjuntos.