Palabras de José María Álvarez-Pallete, consejero delegado de Telefónica: «si no están pagando por un producto es porque ustedes son el producto. Si uno no paga por algo es porque los datos que está generando se venden. Nadie puede vivir del aire. No hay servicios gratuitos, hay cesiones de información que generan modelos de negocio por la monetización de esos datos».

Es un argumento atractivo para combatir la falacia del «todo gratis» en la red y defender del pago por los servicios recibidos, pero es un planteamiento incompleto y por ello incorrecto: se debería añadir que uno puede estar pagando por un producto y ser el producto al mismo tiempo, porque también en los servicios de pago se está cediendo una información personal comercializable. El modelo de negocio puede ser doble: monetizar el servicio y monetizar los datos.

Vender servicios a los clientes y vender estos clientes a otros clientes no es nada nuevo. La prensa escrita lo hace desde que se inventó la publicidad. Vende noticias, servicios y temas de conversación a los lectores y vende lectores a los anunciantes. Lo genial es que la empresa editora cobra de ambas partes; un esquema muy útil cuando las crisis recortan el gasto publicitario.

Internet nació con el «todo gratis» inscrito en sus genes y los periódicos clásicos hace años que dudan sobre el camino a tomar: rendirse a la gratuidad o forzar las costumbres de la red y cobrar a los lectores. Los periódicos que han nacido como digitales lo tienen claro: la gratuidad atrae muchos más lectores para vender; el problema es que se los pagan a un precio irrisorio. Mientras tanto, otros proveedores de servicios, de la música al entretenimiento, se han atrevido a cobrar por cada canción, película o app descargados, o han inventado fórmulas como el videojuego gratuito que luego cobra por los comodines que permiten pasar de nivel aunque uno sea muy patoso.

Juan Luis Cebrián, presidente ejecutivo del grupo Prisa, acaba de sorprender a sus colegas anunciando que los medios del grupo que él dirige no cobrarán la tasa que los agregadores de noticias deben abonar a los editores, más conocida como tasa Google. Sus competidores se han apresurado a recordar que la tasa es irrenunciable, algo que Cebrián desearía cambiar. Quiere que Google le traiga lectores. El País ha apostado por poner casi todo el periódico gratis en la red, y la caída de ventas en papel no ha sido muy distinta a la de sus competidores. Otros medios prefieren instalar una barrera de peaje a la entrada de los contenidos del diario impreso y dar gratis las noticias de agencia, que tiene todo el mundo, y esas cosas que tanto divierten a los internautas pero que la prensa seria rechaza, como los vídeos más virales, el trasero de Justin Bieber (y los chistes gráficos asociados), o las diez caídas más tontas de un campeonato de patinaje sobre hielo.

¿Quién tiene razón? Tal vez lo sepamos dentro de unos años.