Tras las autonómicas, cambio de estrategia en Madrid. Se aceleran las propuestas de aparente impacto. El tiempo se acaba. ¿Qué supone la nueva rebaja del IRPF para los salarios de millones de españoles empobrecidos? Se habla de diez, quince euros, al mes; quizás sean menos, seguramente serán menos. Como en un carrusel, la idea es volver hacia atrás, al inicio de la legislatura, aunque ahora en un sentido ascendente: el mismo número de parados que en 2011, un IRPF similar o algo más bajo, los funcionarios cobrando de nuevo la paga extra, el PIB mejorando con fuerza. Hay países sin los deberes hechos -se nos viene a decir- y allí está Grecia como un recordatorio dramático. No conviene olvidar que, antes de Syriza, crecía con cierto vigor, pagaba sus deudas, creaba empleo. Grecia podría ser España. Al igual que España -con otras políticas-, podría precipitarse en el Tártaro. Los relatos casan entre sí: en unas ocasiones por necesidad y en otras por interés, aunque las equivalencias nunca son exactas. La misma semana que Tsipras convoca un referéndum trágico y Varufakis habla en términos de asedio -«tenemos petróleo y medicamentos para resistir muchos meses»-, el equipo de comunicación de Moncloa lanza el primero de sus guiños económicos, como si se nos invitara a plantear una comparación entre uno y otro país, entre uno y otro gobierno. Según los cálculos del PP, se considera que, además de movilizar el voto conservador, a los populares les urge recuperar entre un 35 y un 40% de los votantes que optaron por Ciudadanos en las pasadas autonómicas. Aglutinar el voto, entre el miedo al desastre griego y la incipiente mejora de la economía, para poder aspirar a formar gobierno con mayoría suficiente. En realidad, es cuestión de números y de la ley d’Hondt.

La ecuación del centro: incluso en una época como la actual definida por el prestigio centrifugador de los extremos. Rivera pacta con la derecha en Madrid y con la izquierda en Andalucía. El PSOE se desmarca de Podemos allí donde las alianzas se lo permiten, a pesar de que pacta con ellos en la mayoría de las instituciones. Equilibrios inestables donde se confrontan la tradición histórica de la izquierda española y los nuevos movimientos sociales. Sánchez ha acertado al recuperar dos de las figuras más prestigiosas del zapaterismo -Jordi Sevilla y Ángel Gabilondo-, como un guiño socialdemócrata al centro. El poder autonómico y municipal, aunque malherido por las coaliciones, ofrece recorrido y presencia. La posibilidad de victoria activa a las bases. Sánchez confía en subirse a esa ola: el momentum de la izquierda.

La táctica de Pablo Iglesias, en cambio, apela al narcisismo del bien y del mal: «Nosotros, el pueblo», frente a «la casta», que es -por definición- los demás. Se trata de una táctica premeditada, por supuesto, y que gira en torno al fulgor iconográfico de su mediático líder. Podemos surge inicialmente como un movimiento de izquierda alternativa, pero pronto su estrategia le lleva a desdibujar esos límites para buscar otros ejes de intervención: principalmente el que pretende deconstruir la Transición y negarle su valor. En ese relato, el pecado original fue anterior a «nosotros» y se encuentra ahí fuera: ya sea en la Europa de los mercaderes y del euro, ya en la falsa democracia secuestrada por los oligarcas y los plutócratas. Nos movemos en el mundo de las emociones, que es también el de los referendos. Lo que ha sucedido en Grecia no es democracia exactamente -voto informado y sereno-, sino algo nuevo y confuso. Más lo segundo que lo primero.

Las encuestas conceden un triple empate entre PP, PSOE y Podemos. El PNV se consolida en Euskadi, Convergencia cae -ha caído ya- con fuerza, ERC digiere con dificultad su crecimiento explosivo de estos últimos años. Desde luego, algo ha cambiado en la política española y también en la europea. El contexto terminará por encuadrar la photo-finish: ¿qué sucederá en Grecia? ¿La amenaza de impago se trasladará a otros países: Portugal, quizá, Italia o España? ¿O, por el contrario, empujado por la demanda interna y el sector exportador, nuestro país seguirá creciendo como en los años del boom? Pronto lo sabremos. Unos cuantos centenares de miles de votos dependen de estas circunstancias. La política, decía Pla, consiste fundamentalmente en el materialismo; esto es, en la propiedad, el trabajo y la prosperidad.