Rajoy ha dicho que empieza a sonarle mejor la música griega pero que ahora hace falta conocer la letra del catautor Alexis Tsipras. La música popular de Grecia es el rembétiko y viene a expresar, con un fondo lánguido de cuerdas, el sentimiento de los desheredados y de los mangues (chulos) del Pireo. Pero me extraña que al presidente del Gobierno español la música griega le suene bien porque en Grecia, y en estos momentos, hasta los bouzoukis parecen estar desafinados.

La letra que en parte describe el problema griego es la de la carta del presidente del Eurogrupo a sus conmilitones del partido laborista holandés. Dijsselbloem, supongo y por los términos en que está escrita, se desahoga en ella de la desazón que para una mentalidad nórdica supone tratar con alguien que, finalmente, prefiere recortarle las pensiones a sus jubilados antes de reducir los gastos desorbitados en Defensa. O que antepone a ellas los intereses de las navieras, que han representado en la historia helénica un cuarto poder.

No eran tantas las voces europeas que denunciaban el dispendio militar de un país que ya no tiene a los turcos como excusa para armarse, puesto que ambos, Grecia y Turquía, pertenecen al mismo tratado bélico. Pero ahora, el Eurogrupo ha encontrado en los gastos armamentísticos y en el socio ultranacionalista de derechas de Tsipras una de las coartadas para denunciar las contradicciones y el desorden griego como parte de un doble juego.

Igual no hay arreglo para un país en el que ya apenas nadie confía. No son pocos los que piensan en el Eurogrupo que inyectarle dinero a Grecia es como arrojarlo en un saco sin fondo. Pero en el caso de que no hubiera que cortar la respiración asistida, los socios quieren que Tsipras reconozca que la capitulación es suya, aunque en términos domésticos el premier griego pudiese tergiversar el resultado. Preocupa el contagio político exterior sobre todo lo demás.

Rajoy, la música es horrible.