Todos queremos una Europa unida, todos queremos un euro fuerte y todos queremos a Grecia dentro. Desde el referéndum del pasado domingo la discusión de cómo lograrlo deberá tener en cuenta tanto el voto mayoritario de un pueblo agobiado por las recetas de una austeridad inmisericorde, como la necesidad de cumplir las normas que nos permiten funcionar como un club que sueña con un futuro más integrado. Esta es una negociación en la que nadie puede perder la cara para que todos salgamos ganando y eso exige introducir consideraciones políticas junto con las estrictamente económicas. El «no» del referéndum podría haber puesto a Tsipras en manos del ala más dura de su partido y dificultar aún más la negociación, pero ha ocurrido exactamente lo contrario, porque Grecia está contra las cuerdas, la quiebra está a un paso, el corralito pone de muy mal humor a la ciudadanía y la única víctima por ahora ha sido el ministro Varoufakis, pues los ministros europeos siguen todos en su puestos. Al fin y al cabo son ellos los que tienen el dinero (a España nos deben 26.000 millones de euros, que se dice pronto), como Tsipras ha acabado comprendiendo. Más vale tarde que nunca. El resultado es que parece haber aceptado las condiciones de los acreedores (para esto no hacía falta ningún referéndum) y eso acerca el tercer rescate de Grecia, una buena noticia que la pondrá en la senda que han seguido Irlanda y Portugal, que ya están creciendo y creando empleo. A su vez, el euro y la UE saldrán reforzados porque todos habremos aprendido de esta crisis tan dura. Y en mi modesta opinión, si hay acuerdo, los acreedores deberían suavizar cuanto pudieran las condiciones de su aplicación práctica. Pero no cantemos aún victoria porque Grecia es muy frágil, los griegos mudan con rapidez de opinión y sigue habiendo minas en el camino que pueden acabar forzando su salida del euro y eso sería malo para todos. Hasta que no se firme todo es toro...y después también.

Pero aunque la crisis griega haya tenido una gravedad que ha tapado otros asuntos, el mundo ha seguido girando impertérrito y han ocurrido otros acontecimientos importantes como la superación de los últimos problemas entre Estados Unidos y Cuba y la apertura de embajadas entre Washington y la Habana. Por fin. Es una magnífica noticia aunque llegue con cincuenta años de retraso, como también lo es que EE UU haya decidido sacar a Cuba de la lista de los países que apoyan al terrorismo (donde todavía siguen Corea del Norte e Irán), que es algo que tiene importantes repercusiones económicas. Aún falta el levantamiento del embargo que tanto daño ha hecho a Cuba, a la vez que servía de excusa a los hermanos Castro para sojuzgar a sus compatriotas y para explicar sus fracasos en el manejo de la economía. Pero el levantamiento del embargo depende del Congreso americano y entramos en una larga campaña electoral que lo paralizará o ralentizará todo porque nadie en la Casa Blanca o con opciones de alcanzarla quiere irritar a los votantes de origen cubano que viven en Florida. Lo único al alcance de Obama es levantar temporalmente algunas medidas y luego irlas prorrogando periódicamente. Algunos en Washington y en Miami siguen sin darse cuenta de que el embargo ha fracasado.

El otro gran tema de la semana ha sido la prórroga de las negociaciones con Irán y si se sigue discutiendo es porque hay esperanzas. Los plazos no son sagrados, las prisas son malas consejeras en una negociación tan delicada y aún quedan diferencias sobre la duración del acuerdo, diez o quince años, tras los cuales finalizarían las inspecciones y eso plantea incertidumbres sobre qué pasará transcurrido ese plazo; cómo garantizar que no se llevan a cabo actividades de enriquecimiento nuclear en instalaciones militares que los iraníes ya han advertido por activa y por pasiva que no quieren que nadie revise; a qué ritmo desmontar las sanciones, algo que puede producir desacuerdos dentro de los Estados Unidos, entre americanos y europeos y con los rusos y los chinos; cómo reimponerlas con rapidez en caso de incumplimiento... Problemas complicados por la enorme desconfianza que se tienen entre sí iraníes y americanos desde que los segundos apoyaron a Saddam Hussein en su guerra contra Irán una vez que Jomeini había defenestrado al Sha, y desde que jóvenes revolucionarios asaltaran la embajada americana y tomaran rehenes a muchos diplomáticos en una humillación todavía no digerida. Los iraníes quieren garantías de un rápido desmantelamiento de las sanciones para convencer a quienes allí todavía creen que «contra América vivíamos mejor», y los americanos quieren presentar un régimen de inspecciones muy potente que elimine las objeciones de un Congreso que es muy sensible a los argumentos israelíes ferozmente opuestos al regreso de Teherán a la geopolítica regional. Sin olvidar que Capitol Hill no desea dar triunfos a Obama y que éste encara el tramo final de su presidencia y quiere dejar un legado de su paso por la Casa Blanca con éxitos en Cuba e Irán, además de la reforma sanitaria. Son muchos los que ponen bastones en las ruedas de esta negociación y que desean su fracaso.

Y mientras se negocia civilizadamente en Grecia, Cuba e Irán, fanáticos terroristas del Estado Islámico han crucificado a cinco jóvenes por fumar durante el Ramadán, algo que en mi ignorancia supongo que el profeta no pudo prohibir porque en su época no había tabaco. En ninguna religión faltan fanáticos para enmendar la voz de los profetas.

*Jorge Dezcállar es exembajador de España en EEUU