¿Hará falta recordar que la madre de la Unión Europea es la guerra más mortífera de la historia? De ella nació en 1951 la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, destinada a unificar las industrias nacionales -básicamente alemana y francesa- que permiten fabricar cañones y tanques, y que es el embrión del Mercado Común, antecedente de la Unión política y monetaria. De aquella mala madre venimos, y, nadie lo dude, a su placenta volveríamos antes o después si el proyecto Europeo fracasara y regresaran las economías, las políticas y los ejércitos nacionales, pues el gen de la guerra está en el código de los países de Europa, y un gen puede no estar activo, pero no desaparece. No hay nada más patético que el entusiasmo con el que la juventud belicosa va a la guerra cuando el gen se activa. Bien, lo anterior parece demasiado dramático, pero más vale drama preventivo que tragedia repetida.