Frase vitoreada por la parroquia podemita. Grecia estaba llamada a ser, tras el referéndum del pasado 5 de julio, un referente de insumisión económica. El pueblo había dicho ´no´ a las medidas de austeridad que les pedía Europa.

Lo que nunca explicó Tsipras a los suyos, ni los podemitas a los nuestros, es las consecuencias de su rebelión. El corralito económico era sólo el principio.

Los programas económicos de Tsipras y los del tic-tac español son semejantes. Impago de la deuda pública, disparar aún más el gasto público, aumentar el déficit y, por consiguiente, la deuda son postulados incompatibles. La consecuencia inmediata es que el Estado, ya fuese el griego o el español en manos podemitas, no podría pedir dinero prestado y tan sólo dispondría de sus ingresos tributarios para costear los servicios públicos y prestaciones sociales.

El impago de la deuda, no acogerse a la tercera fase del rescate y una eventual, poco probable, salida temporal del euro no es un problema que afecte sólo a Grecia. Pese al silencio de los Iglesias, Colaus o Carmenas, afecta y de lleno a España. Eso tampoco lo han contado a su parroquia podemita.

Los Iglesias y compañía han vendido las bondades del gobierno griego convocando un referéndum para decir ´no´ a las políticas de ajuste, pero han engañado a los suyos, a los que aún confían en ellos, a sus votantes.

Quizás deberían haber puesto sobre la mesa otro referéndum, pero este en España, para que los de aquí se pronunciaran sobre una quita o condonación de la deuda que Grecia mantiene con España: 29.000 millones de euros entre préstamos y avales. Es mucho dinero.

Es mucho dinero que ha salido de los impuestos de los trabajadores de nuestro país. Es mucho dinero que podríamos haber destinado a educación, sanidad, dependencia, etc. Pero no, lo hemos destinado al rescate griego.

Quizás ahora toca que salgan y hablen los Iglesias, Colaus y Carmenas e intenten convencer a los suyos de que esa deuda hay que condonarla o aminorarla. Que mientras en España se producen desahucios, el chavismo español propone que con nuestro dinero avalemos los desmanes del gobierno heleno. Y lo que es peor, lo demos por perdido. La ecuación es simple, si no pagan la deuda, España no cobra.

Si este era el cambio que comenzaba en Grecia, no es el cambio que quieren los españoles. En Grecia ha empezado el cambio, sí, pero un cambio a mayores privatizaciones, leoninas reformas laborales, subida de impuestos, etc. El plan de ajuste que en su día hicieron, además de insuficiente, se aplicó con demasiada relajación. Grecia ha de ser nuevamente rescatada, pero garantizando el pago de los atrasos con el FMI, Banco Central y ofreciendo confianza de cumplimiento de los sucesivos vencimientos de pagos. Sin duda, y como predican los Iglesias, Colaus y Carmenas, el pueblo griego es soberano en la decisión que tome, pero el español también debe serlo a la hora de renunciar a su crédito, y españoles somos todos, no sólo estos tres.