Que haga calor en verano es de lo más normal. Incluso este calor, esta plasta que nos deja acarajotados desde primera hora de la mañana. Estas noches tropicales o esas siestas veraniegas tras las que amanecemos con el cogote, en efecto, como usted y yo sabemos, empapados. No es noticia el calor, no. Noticia sería que fuéramos con abrigo a La Malagueta en mitad del mes de julio o que paseáramos con un jersey de cuello vuelto por la calle Larios. Hablemos de otra cosa. Hablemos de sudores. Los que provocan imágenes como la de la canciller Angela Merkel dando palmaditas en la espalda a una niña palestina que vive desde hace cuatro años en Alemania con la incertidumbre de no saber cuándo tendrá papeles de residencia. Sudor frío. Quien no suda, sin embargo, son los diputados del Congreso. ¿Se han fijado en sus imágenes después de cada debate en el hemiciclo? Ningún sofoco, ni una miserable gota perlando la frente de Rafael Hernando, Mariano Rajoy o Fátima Báñez a pesar de sus trajes y corbatas... para mí que el aire acondicionado del hemiciclo tiene que estar a como mucho diez graditos, porque no es normal el buen cutis del politiqueo español con el horno que derrite el asfalto al pie de los leones de la Carrera de San Jerónimo. Quizá suden por dentro, después de acordar debatir el nuevo rescate a Grecia, algo que ni se planteó cuando le echamos el cable a los bancos. Aquel rescate que no era un rescate y que se acordó en un despacho hace ya un par de años.

Quien sí suda ya es el Málaga, que se ha ido a Alemania para preparar otra temporada en la que se puede esperar, como en la pasada, todo o nada de una plantilla que, poquito a poco va sumando nombres con al difícil tarea de convertir el escepticismo en ilusión. Complicada empresa, casi tanto como la de los operarios de limpieza de la costa de Málaga. No tiene que ser la noche después de San Juan, ni tan siquiera el día siguiente a la celebración de la Virgen del Carmen, para poner un pie en una playa de Málaga capital y romper a sudar, pero no por el caloret, sino de vergüenza ajena.