Con la llegada al poder municipal y autonómico de la izquierda revive el asunto de los símbolos del franquismo, así que volverá a la palestra el Valle de los Caídos, o (ya se apunta) el monumental Arco de Triunfo de Madrid. Cada vez que resurge el tema recuerdo un debate en una reunión de la izquierda underground hace más de cuatro décadas, en el que la mayoría se inclinaba por dinamitar el monumento de Cuelgamuros cuando echáramos a Franco (se nos murió antes). Yo me oponía a la voladura, pero me quedé solo y sospechoso. Los monumentos deberían tener un estatuto especial, bajo criterios estéticos o asociados a su propia monumentalidad. Las catedrales ensalzan un fundamentalismo religioso que hace más de medio milenio llevó a miles de personas a la hoguera, la mazmorra y el exilio, o provocó guerras terribles. Emular al actual Califato Islámico, ni de pensamiento.