El fotoperiodista de guerra es admirado, pero no siempre tiene buena prensa, debido a algún exceso de confianza con la barbarie, o a algún prefabricado. Su trabajo me parece impagable: no hay dinero que lo pague. La guerra es una grieta en la cordura, que deja ver la parte más íntima de la verdad humana. Lograr la imagen que retrate su inmundicia, a veces acompañada de la más pura explosión de vida, es un alarde del arte mayor de la fotografía. Hay guerras de las que quedará para siempre sobre todo una foto. En la guerra la vida humana no vale nada (ese es su dato más representativo) y el fotoperiodista de guerra, para hacer su trabajo, mete el cuerpo en esa bolsa de valores sin cotización. Viendo unas fotos hechas por José Manuel López, secuestrado en Siria junto a dos colegas, me estremece su soberana verdad-belleza. Esa mirada suya nos deja ver también el fondo de su alma.