Quería escribir sobre este tema hace tiempo, pero no encontraba el momento. Y aquí está. Como el aviador de la película El gran dictador, el hombre en su relación con la naturaleza parece haber sufrido un accidente y haber quedado amnésico. Vive sin memoria olvidando las leyes de la biosfera en un mundo artificial. Ejerce de esta forma una dominación no declarada de la naturaleza, que puede ser calificada como totalitaria. Este juicio es atinado al verificarse en dicha relación los tres requisitos que Hannah Arendt estableció como definidores de la dominación total: aniquilación en el hombre a la persona jurídica; asesinato de la persona moral; y la destrucción de la individualidad.

El primero de los requisitos es la aniquilación de la persona jurídica. Este exterminio fue llevado a cabo por los regímenes totalitarios colocando a ciertas categorías de personas fuera de la protección de la ley y ubicándolas en campos de concentración fuera del sistema legal. ¿Puede este requisito ser reconocido en la relación del hombre con la naturaleza? Sí. Este rasgo se puede reconocer en los efectos que ocasiona en la naturaleza, el reconocimiento de la libertad de empresa y el derecho a la propiedad, sin tener un nexo de unión con la biosfera, sus leyes y sus límites, que a partir de la modernidad son consideradas arcaicas. La cobertura jurídica que el Estado proporciona a la explotación económica de la biosfera otorga al hombre libertad de acción en su actividad mercantil y poder absoluto sobre ella, al tiempo que le desvincula del orden natural. La consecuencia de esta desconexión es que la actividad económica desarrolla un sistema de reglas propio a contramano de las que rigen fuera de ella que anula las leyes naturales. La actividad económica así ejercida rompe el lazo de la naturaleza con el orden que la rige, la aísla y la separa del mismo.

La naturaleza, podemos decir entonces, es producida y convertida en una obra cultural del hombre, en un espacio social definido por la economía, la política, la ideología y la coyuntura de las relaciones sociales que resultan de ello. Un ejemplo de esta naturaleza producida es el bosque olivar andaluz, un mar de 180 millones de árboles, que a lo largo de la historia han ido moldeando el paisaje y la personalidad de este territorio, para el cual se ha solicitado por la Administración Andaluza la declaración de Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad. No existe en el mundo un bosque hecho por el hombre de tanta importancia, que forme parte de nuestra cultura, de nuestra historia y de nuestra vida diaria.

La desvinculación de la naturaleza de sus leyes la transforma en un campo de concentración para sí misma -ya que ningún abuso es punible- ubicado fuera del orden natural, en el espacio que implanta la actividad económica dentro de la propia naturaleza. El hombre respecto a las leyes de la naturaleza aparece entonces -como lo definía Chaplin en El gran dictador- como un hombre-máquina, con cerebro y corazón de máquina. Con esta conducta el hombre exhibe el analfabetismo y la falta de lucidez que mostraba Sancho Panza en su nombramiento como gobernador de la Ínsula de Barataria, cuando pregunta: -¿Y a quién llaman don Sancho Panza? -preguntó Sancho. -A vuestra señoría -respondió el mayordomo-, que en esta ínsula no ha entrado otro Panza sino el que está sentado en esa silla. Opta por tanto el hombre moderno -como Creonte frente a Antígona- por la defensa ciega de la razón económica y las leyes humanas frente a la ley natural no escrita, por el poder frente a la justicia, sin percatarse -o percatándose pero escondiéndose a la evidencia- que el camino que llama modernidad, únicamente conduce a la destrucción, al saqueo y a la barbarie contra la biosfera a escala planetaria. Continuará… Hasta el próximo miércoles.