Como siempre suele ocurrir, ha sido un intrépido periodista, Jim Tankersley, prestigioso experto en temas económicos del mítico Washington Post, el que ha hecho sonar las alarmas. Todo ocurrió cuando Jeb Bush, hijo y hermano de dos presidentes de los Estados Unidos y el que fuera gobernador del Estado de Florida desde 1998 hasta 2007, decidió presumir de los logros económicos de su supuestamente ejemplar mandato. En estos momentos Jeb Bush se postula como un posible candidato del Partido Republicano para las próximas elecciones presidenciales americanas. «Sé como hacerlo». Se refería a la espectacular creación de riqueza y empleos que él teóricamente había hecho posible en Florida. Su propuesta a los votantes era trasladar ese modelo de crecimiento a todos los Estados Unidos, en el caso de ser elegido el próximo presidente.

Como demuestra el impecable trabajo de investigación de Jim Tankersley, como en tantos otros lugares la efímera prosperidad que llegó a Florida en los tiempos de Jeb Bush tuvo su origen en una monstruosa y finalmente insostenible burbuja inmobiliaria que enriqueció a los especuladores más poderosos de la nación. En detrimento de cientos de miles de familias de Florida. Esa burbuja, la más dañina que se conoció en aquella crisis de la economía de los Estados Unidos, estalló en el 2007. Ya al final de los 8 años del mandato de Jeb Bush. Arrastró al Estado de Florida a un prolongado período de depresión, el más duro de los Estados Unidos, en el que cientos de miles de ciudadanos perdieron sus casas. También Jeb Bush favoreció a los poderosos a través de generosos beneficios fiscales. En realidad beneficiar directamente a las clases medias nunca estuvo entre sus prioridades. Y como es habitual, éstas sufrieron directamente las consecuencias del hundimiento de la economía a partir de la implosión de la burbuja inmobiliaria.

La segunda parte del drama fue moralmente peor. Cuando llegó la orgía de compras por los especuladores y los inversores institucionales de cientos de miles de viviendas, a unos precios ferozmente devaluados por la implosión de la burbuja. Gracias a Jeb Bush, ellos fueron los grandes beneficiarios. Nadie desea recordar hoy a los cientos de miles de familias que perdieron la propiedad de unas viviendas que compraron a precios inflados. Esto nos suena familiar a muchos españoles. Entre ellos, los que vivimos en importantes y muchas veces esquilmadas zonas turísticas del litoral mediterráneo español.