Elegir a Xavier Garcia Albiol como candidato a la Generalitat de Catalunya ha supuesto un punto de inflexión en el discurso del PP y un guiño a buena parte de su electorado: es la hora del españolismo más radical, cobijado desde la transición entre la familia popular pero poco aireado, salvo momentos excepcionales como éste. Porque los resultados del 24M y el desafío soberanista han conseguido que Mariano Rajoy se atreva ahora a experimentar en Cataluña el mismo giro ultraconservador que cosechó un inesperado éxito en las últimas elecciones de Reino Unido.

Experimentar él, que es tan poco dado a innovar: cómo serán las señales de alarma demoscópicas que deben asordar en la calle Génova.

El discurso de la derecha europea más extrema, como el de Albiol, ha pivotado alrededor de la (anti) inmigración, la inseguridad ciudadana y el nacionalismo exacerbado. Con esa misma fórmula, en estas elecciones municipales Albiol ganó en 30 de los 34 barrios de Badalona, la segunda ciudad de Barcelona, y mejoró en votos, aunque no le sirviera para mantener la alcaldía. Durante su anterior mandato, Albiol creó la Unidad Omega, que llevaba a cabo operaciones de vigilancia rodeadas de gran boato mediático y especialmente centradas en negocios regentados por inmigrantes. Ellos son su gran obsesión, hasta el punto de llevarle al banquillo por incitación al odio hacia gitanos rumanos y musulmanes, a los que prohibió concentrarse para celebrar el Ramadán.

«Limpiando Badalona», su eslogan, le regaló en campaña demasiados minutos en los telediarios y ahora le ha valido el premio de la candidatura. Parece que las mismas declaraciones de tinte racista que antes lo condenaron son las que ahora vienen pintiparadas para repescar los votos que algunos catalanes conservadores cedieron a Plataforma per Catalunya o Ciudadanos. Y es que el PP, por mucho que insista en su supuesto viaje al centro de tablero ideológico, nunca ha renunciado a su veta más conservadora.

García Albiol es, pues, la gran esperanza de los populares, un político capaz de seducir con un discurso especialmente maniqueo que se sirve de aquellos mismos argumentos con los que el PP nunca ha querido comprometerse explícitamente pero que ha tolerado en Madrid o Valencia para gobernar en sus antiguos cinturones rojos. Con esta elección, el PP emprende un camino a la derecha de su derecha que, si le funciona, puede repetir en otros lugares, siempre que se demuestre que con él puede volver a captar a su votante tradicional. El problema es que con este movimiento, excesivamente táctico, deja expedito el espacio político del centro derecha a Ciudadanos. Claro que también puede ser que García Albiol sólo sea una excepción que se explica porque, en Cataluña, el PP ya hace tiempo que cedió ese espacio a la formación de Albert Rivera.

En cualquier caso, pronto sabremos si García Albiol es la regla o su excepción.