Martín: «Sé que hay muchas familias en las que el contacto físico es habitual. Incluso, a veces, excesivo para mi gusto un tanto pudoroso.

Padres e hijos que se abrazan y se besan varias veces al día, cada vez que se ven, sin más motivo que sentirse cerca y mostrar su cariño de forma natural y espontánea en muchos casos. O rutinariamente en otros, que de todo hay en la viña hipócrita del señor. En mi familia ocurría todo lo contrario. Mis padres habían tenido una infancia en la que las muestras de afecto eran escasas, por no decir inexistentes, y esa ausencia de lenguaje epidérmico les hizo ser, a su vez, muy poco dados a la proximidad física conmigo y con mis hermanas. No es que no nos quisieran, claro está, simplemente no les salía demostrarlo físicamente. Sin embargo, eso mismo, que se puede considerar una carencia importante, una especie de traba emocional, se convirtió al final en el caso de mi padre en la razón de que viviéramos juntos uno de los momentos más extraordinarios de nuestras vidas. Y cuando digo extraordinarios no hablo de felicidad. El más emotivo, eso sin duda. Cuando los médicos nos comunicaron ya sin titubeos que el desenlace fatal era inminente y que sus nosecuántos paquetes diarios de cigarrillos le pasarían la última factura en cuestión de horas, fui a despedirle a su habitación.

Estaba tranquilo, como siempre, y como siempre me recibió con esa media sonrisa que era mezcla de ironía, cariño y mala uva defensiva. Más irónica si cabe en esos momentos últimos, y también más cariñosa, sin tanto poso de irritación como a veces le supuraba la memoria de un hombre al que amputaron su infancia en una aldea maldita. Estábamos solos y ninguno de los dos sabía qué decir. Ni qué hacer. Entonces extendió la mano derecha y cuando se la estreché tiró de mí y me abrazó con sus últimas fuerzas. Con su último aliento, nunca peor dicho. En ese abrazo de varios minutos, llorando sin lágrimas, nos dijimos sin palabras todo lo que siempre habíamos callado, todo lo que sentíamos, todo lo que necesitábamos saber».