La plaza de toros se convierte esta semana de prefería en un peregrinar de malagueños llamados por la gratuidad de los espectáculos ofrecidos por la Escuela Taurina Provincial. Jóvenes novilleros se dan cita en un certamen que ha conseguido consolidarse gracias al buen trabajo de gente como Óscar Plaza o Fernando Cámara, que han conseguido el apoyo de una Diputación gobernada tanto por el PP como por el PSOE. Su mérito tienen. Esa Escuela ha lidiado con muchos problemas y ha salido airosa. Tan airosa que es lo único que es capaz de llenar La Malagueta de forma ininterrumpida en, al menos, el último lustro. En estos certámenes hemos visto pasar a malagueños como Fernando Rey, con la alternativa recién tomada, a Saúl Jiménez Fortes, torero en consolidación, o espinitas clavadas por no haber despuntado como Adolfo Ramos o Luis Rivera. En La Malagueta se pasa bien estos cuatro días. Mañana es la final del Certamen Internacional de Novilladas y la plaza volverá a llenarse. Se abarrotará para ver a unos desconocidos torear, pero la semana que viene difícilmente habrá media entrada para ver a las figuras. Es la estrategia de lo gratis, de acercar la fiesta a quien le apetezca. No, no son días para disfrutar de los profundos «¡ole!» (sin tilde), o de los intensos «¡bieeeen!» de los aficionados entendidos, pero sí para conocer las bases, el futuro, y ver cómo hay un interés por los toros que trasciende a José Tomás. Sí, es diferente, es incomparable, pero es tauromaquia. En otra esfera, en otra galaxia. Hablar de galaxia y toros me lleva a recordar a Joaquín Vidal, ¡Ay!, ¡cómo escribía Vidal!, ¡cómo se le echa de menos! Aquel escritor deslumbrante e innovador que defendió la fiesta de los toros en El País hasta 2002. Y ya me he puesto serio€ ¡Vayan a La Malagueta mañana!