Entre la capital de la Costa del Sol y la capital de Bielorrusia hay, si mi navegador no me engaña, 3.918 kilómetros y 800 metros. Minsk no solo es la capital de la antiguamente llamada Rusia Blanca, también es la capital de la Comunidad de Estados Independientes, esa asociación formada nada más caer el imperio de la URSS y de la que formaban parte todos los nuevos países creados en 1991, menos las tres repúblicas bálticas.

En los últimos años también han abandonado la CEI Turkmenistán, Georgia y Ucrania; y Mongolia se mantiene como miembro observador. La gran puesta en escena de la CEI fue dar cobertura a todos los deportistas exsoviéticos para participar en los Juegos Olímpicos de 1992 celebrados en Albertville y Barcelona.

Minsk es uno de los mayores centros educativos de los antiguos estados soviéticos. Cuenta con unas 500 guarderías, 258 escuelas, 28 colegios de educación media y 36 instituciones de educación superior, entre ellos 12 universidades.

En un país donde el hockey sobre hielo y el bandy, una especie de hockey jugado en un campo de fútbol con 11 jugadores de cada lado y golpeando una pelota redonda de color rosa, son los deportes reyes. El fútbol también se abre camino.

El popular FK Dimano Minsk juega en la ciudad. Lo que parece más increíble es que en el Málaga CF haya el mismo número de jugadores nacidos en la provincia malagueña que en la citada capital bielorrusa.

Recio es el único referente de la Costa del Sol en el equipo de Martiricos. Minsk aporta al equipo a Egor Filipenko. Ya sé que el mercado nacional está muy inflado económicamente y que hay que acudir al extranjero para fichar a jóvenes con proyección o a veteranos que apuran sus opciones de jugar las grandes ligas y que el Málaga necesita vender para equilibrar sus cuentas, pero coincidirán conmigo en que unos días después de ver como por fin La Academia del club salía adelante y de degustar la pasada temporada a talentos locales como Samuel, Samu Castillejo o Juanmi, la cosa desilusiona un poco.

El equipo de este año seguramente hará una buena temporada, tiene talento y un gran entrenador para trabajar con este tipo de jugadores, pero al equipo le faltará ADN. Esa transmisión de orgullo que permite a los aficionados contar cómo veían a la estrella de su equipo jugar al fútbol cuando solo era un crío por la calles del barrio. Esa mirada a los niños que juegan ahora pensando que algún día vestirán la camiseta blanquiazul del primer equipo de la ciudad.

La primera equipación de este año incorpora una lema del que la afición malaguista presume, con orgullo «el sentimiento nunca muere». Una frase que la afición ha demostrado en los peores momentos del club estando siempre al lado de su equipo, empujándole cuando más falta le hacía y cuando muchos que ahora presumen de su malaguismo estaban en otras cosas.

Esta afición se merece que sus jugadores estén en su equipo. Porque más allá de los balances están las personas y aunque ya han pasado algunas semanas todos recordamos la despedida de algunos jugadores con lágrimas en los ojos diciendo que no querían dejar el equipo de su vida. Ese día todos los aficionados al fútbol y al deporte perdieron algo que no sé si vale los euros que se ingresaron.

Mi sensación sigue siendo que el Málaga CF ha perdido una gran oportunidad de crecer o de ingresar mucho dinero y al final, ni ha crecido ni ha ingresado una gran cantidad de dinero, lo que hace que todo sea un poco más triste. Me temo que si el presidente del Málaga fuera el del Oporto, este verano en lugar de abandonar el equipo tres jugadores malagueños lo podía haber hecho solo uno y además tendríamos más dinero en caja.