El verano es una feria. Y la Feria de Málaga la más grande del verano. La calle Larios, ese elegante salón modernista de la casa sin tejado y de todos que es el casco histórico malagueño, acoge entoldada desde hace años a sus paseantes agosteños. A quienes vivimos los albores de la llamada Feria de día en los años 80 e inicios de los 90, impulsada por los comerciantes, nos envidiarían por mucho que se diviertan quienes la viven ahora, conquistada únicamente para la hostelería. Un paso más en esa única dirección que se ha vuelto obligatoria es el patrocinio de los toldos por una marca de cerveza.

De cerveza hasta el cielo

Los toldos que ensombrecen la calle a cambio de no dejar pasar el sol ni el aire -la sombra, que puede ser reparadora, no siempre conlleva un respiro- son más bonitos que feos, con sus hojitas verdes impresas y todo eso, pero el agotador interés comercial de tener que imprimir la marca de quien los paga en todos y cada uno de ellos, en vez de haber buscado una solución equilibrada, no sólo más barata, sino más elegante para una ciudad de la importancia de Málaga y para una calle del XIX de por sí arquitectónicamente elegante, da indicios de cómo se deciden las cosas y de quienes desde la representación institucional las deciden. Ésta no es una feria de pueblo.

Tarjeta black o tarjeta roja

Ni el expoliado pueblo español está para ferias y tonterías dialécticas del ministro del Interior, quien con «agostidad» se ha reunido en privado y en su despacho con Rodrigo Rato, uno de los poderosos de este país que están imputados por delitos económicos (y actualmente investigado por la UCO, la Unidad Central Operativa de la Policía Judicial de la Guardia Civil). La reunión fue ‘black’ hasta que saltó a la prensa, y tras la procelosa y dialécticamente florida explicación de Fernández Díaz en el Congreso ayer, aún no tiene la blancura ni la transparencia que exige y necesita una ciudadanía sumida en la sospecha de que sus respectivos políticos no han sabido, o querido, defenderla ni de la burbuja ni de una crisis que ha generado la mayor desigualdad de la democracia. Con todo, lo más duro de la explicación del señor ministro fue el largo prefacio ajardinado con que llegó al presunto meollo de la cuestión. Recordó al triste e insoportable discurso de heroico y sufriente ecce homo que Monago dedicó a los periodistas cuando le pillaron con su amiga en sus viajes pagados a Canarias.

Fernández y Fernández

Si Fernández Díaz no es capaz de comprender él solo que es más que legítima la sospecha respecto a que se reúna con Rato a hablar de qué, es que alguien se ha equivocado, una vez más, a la hora de elegir ministro. Y si de verdad hemos de creerle -ya que en ningún momento ha habido ni luz ni taquígrafos en esa cita, aunque haya insistido en ello el ministro y aunque estuviese la luz encendida del despacho- y Rato fue a hablar de su seguridad personal porque le amenazan en el centrifugado mundo de las redes sociales, cabe pensar algunas cosas. Si su escolta ha sido retirada o ya no figura en los protocolos legales de Interior, el exvicepresidente imputado debería poder pagarse su seguridad privada, dados sus posibles. Respecto a sentirse amenazado, debería acudir a la policía -no al ministro en persona y en privado- si considera que esas amenazas en forma de tuit exceden del vulgar hooliganismo maleducado habitual en internet, por un lado, y del desahogo, no plausible en ningún caso, de gente que está muy harta.

Aquellos pregones

Anoche tocaba pregón en la playa de la Malagueta. El pregonero de este año es el fuengiroleño Pablo López (tarareo su precioso himno del Unicaja de baloncesto mientras escribo). Aunque no siempre el pregón fue así. Ni el pregonero era humorista, actor, futbolista o cantante. Ni quizá yo era un nostálgico y ahora un poco. Recuerdo a pregoneros del pasado con perfiles tan legítimos como los actuales (no ha habido un solo pregonero de antes o ahora a quien yo no quiera o admire, no me apunto al agravio comparativo) pero con una impronta cultural e intelectual distinta (Rafael Pérez Estrada, Manuel Alvar, Alcántara, Soler…, o el propio Banderas por la habilísima calidad de su discurso). Como, además, el pregón se daba desde el balcón del ayuntamiento, quien lo pronunciaba no sólo era el telonero obligado al concierto, ya que se producían en un escenario institucional que no estaba ocupado por los instrumentos ante un aforo mayoritariamente fan, por ejemplo, de Edurne, que probablemente no habría ido a escuchar al pregonero si no hubiera concierto detrás.

Pero ¡Viva la Feria!

La playa era para el resto del verano como lo había sido para la noche de San Juan. Volvemos a la dificultad en los equilibrios. Es difícil renunciar al éxito político al optar por un populismo blanco en vez de trabajar por un éxito cultural más profundo y tristemente menos mediático. Pero ¡Viva Málaga y su Feria!… Porque hoy es Sábado.