Hubo un tiempo en el que éramos más los indubitados e indubitadas que pululábamos por los predios planetarios. Entonces éramos otros. Entonces casi no era necesario obrar para ser reconocidos. Bastaba una pequeña seña para delatarnos. Así, la apariencia, la mirada, el gesto, la postura, el talante..., eran suficientes para demostrarnos sin necesidad de obrar. Necios y lumbreras; gordos y flacos; religiosos, militares y civiles; diestros, zurdos y ambidextros; payos y gitanos; homosexuales, heterosexuales y bisexuales..., éramos seres cuasi indubitados desde el minuto uno. No, no hacía falta invertir horas y horas en las aulas de psicología ahondando en las enseñanzas de Lowen y Reich, ni nadar en las enseñanzas de Sheldon, ni bucear en los ancestrales conocimientos eneagramáticos; la cosa era mucho más simple: ¡se nos veía venir...! Salvo algunos artistas del travestismo que disfrazaban sus almas para engañar al prójimo, al resto se nos veía venir...

Ahora son otros tiempos, y, sí, también nosotros somos otros. Ahora nos basta un pequeño asomo por los ventanales de nuestra moderna democracia -Dios salve a la democracia-, para ver cómo florecen los frutos de aquellos experimentos demopolitogenéticos iniciados, casi a tientas, hace treinta y muchos años. Ya empiezan a ser ejército los ejemplares nacidos con piel de oveja e instinto de lobo, a los que no se les ve venir fácilmente. La mutación está produciendo individuos e individuas que no huelen a oveja ni a lobo ni a nada, ni son reconocibles por sus señas. Resultado: hay que esperar a sus obras para conocerlos. Y, a veces, cuando ellos obran, hasta las piedras hablan. La semana pasada, sin ir más lejos, mientras volvía de Sevilla, me encontré con una mesnada de piedras parlanchinas que venían carretera abajo. Marchaban ordenadamente, despacio, como guardando fuerzas. Iban desarmadas de pancartas, pero no de bulla. Cuando hice mi rutinaria parada para desbeber y beber, la venta de turno estaba atestada de piedras facundas distribuidas en pequeños grupos. A mi lado, en la barra, una piedra pequeña le preguntaba a otra piedra mayor:

-El defensa, el interior y el exterior son puestos esenciales en cualquier equipo de fútbol. Sean derechos izquierdos o centrales, son esenciales para el equipo. No puede ser cualquiera el que asuma el puesto y la responsabilidad de defensa, de exterior o de interior en cada partido. La profesionalidad, el tino, la forma, la diligencia y la capacidad resolutiva son exigibles para que las cosas funcionen... ¿O no? -y continuó-: Y si esto es así en un equipo de fútbol, ¿crees tú que puede ser cualquiera el que asuma la responsabilidad de un ministerio, sea de Exteriores, de Defensa, o de Interior...?

-Joder con la piedrecita -me dije en silencio...

La demopolitogenética no está dando buenos resultados. Los variopintos quehaceres de muchos de nuestros líderes -en el poder y en la oposición- vienen dando fe de ello a lo largo de la historia de nuestra democracia. Valga como muestra la explicación última de nuestro ministro de Interior sobre su rato despachando con Rato. A veces me da que lo de la doxa de Parménides no quedó demasiado claro para algunos de nuestros representantes. No son pocos los que confunden «la vía de la opinión», con «la vía de la verdad». Tampoco son pocos los que confunden su ser-persona con su ser-ministro o su ser-persona con su ser-oposición, y, claro, con esos mimbres, frecuentemente más chamarileros y estólidos que representativos de un pueblo, terminan haciendo hablar a las piedras. Cuando un/a político/a -en el poder o en la oposición- no alcanza la categoría de indubitado/a por su buen hacer político, debe cesar, por las buenas; o ser cesado, por las buenas o por las malas. Nadie no creíble debe representar al que no cree en él.

En turismo lo indubitable también tiene su qué: muchos de nosotros, los turísticos, no hemos comprendido bien lo de la adecuación, ni lo de la capacidad de adaptación que el proceso evolutivo turístico exige. Muchos -en defensa propia, decimos- seguimos guiándonos con vetustas y orinientas veletas, incapaces de discernir entre los buenos y los malos vientos. Pero, en fin, estamos en feria... La Feria de Málaga está aquí, y uno prometió no escribir de turismo durante las ferias turísticas. Y dicen que la de Málaga lo es, y, claro, por eso se han cerrado dos oficinas turísticas mientras la feria ocurre...