Las funcionarias embarazadas podrán pedir la baja desde la semana 37, o lo que es lo mismo, tres antes de salir de cuentas. Esta semana el Gobierno ha anunciado esta medida que llega tarde, mal y, sobre todo, a donde no tiene que llegar. Me explico. No tengo nada en contra de las funcionarias, todo lo contrario y quiénes me conocen saben bien que defiendo al colectivo a ultranza, pues quiénes lo son obtienen sus plazas por mérito propio tras años de esfuerzo. Pero esta medida, anunciada a bombo y platillo, llega a donde no tiene que llegar porque me temo que son pocas las gestantes de la función pública las que llegan a la semana 37 de embarazo trabajando en sus puestos de oficina o atendiendo al público.

Sólo quien ha pasado por un embarazo sabe las consecuencias físicas que éste tiene para el cuerpo de la mujer. No sólo cansancio o naúseas. No sólo ciática y contracciones esporádicas a horas intempestivas. No sólo insomnio y preocupaciones. No sólo dos corazones latiendo a la vez exigiendo un esfuerzo sobrehumano a un cuerpo que suma kilos de manera desmesurada. Aunque no todas las mujeres que están embarazadas pasen por la variada sintomatología descrita, que es infinitamente más larga que la aquí expuesta, es indudable que se cansan más que el resto de sus compañeros. No es lo mismo trabajar, que trabajar y que tu cuerpo esté creando a otro ser humano, además de poner cafés, escribir páginas o vender camisas.

Y he ahí el quid de la cuestión. ¿No creen, estos señores del Gobierno, que esa medida debería llegar a todas las españolas? A aquellas que trabajan hasta la tarde antes de dar a luz. A aquellas que no «pueden» darse de baja por enfermedad, pese a sumar un sinfín de dolencias asociadas al embarazo, porque sus jefes les «piden» -léase con ironía- que no se vayan porque hasta que no tengan a sus hijos la Seguridad Social no les pagará a un sustituto. A aquellas que se encargan de sus hijos, de sus padres, de sus suegros y de sus casas y que no salen en los números. Dicen los animalistas que el más claro ejemplo de cómo es un país es su forma de tratar a los animales. Creo que al hilo de esta frase podríamos añadir que el más claro reflejo de las políticas de un país es cómo trata a sus embarazadas, creadoras de vida, de futuro y de esperanza.