Cada verano se publican cosas sobre los factores por los que la hembra del mosquito (el macho no pica) ataca a unos sí y a otros no: dióxido de carbono que emitan, calor que despidan, sudor, nivel de colesterol, etcétera. Bien, la combinatoria es tan compleja que la conclusión razonable es que aún no se sabe. Como tampoco sabemos casi nada sobre los factores de la atracción sexual entre humanos, y de la llamada amorosa (el flechazo), ahí habría una coincidencia en la ignorancia, que paradojicamente ofrece una pista. La razón última de la atracción de los mosquitos sería el sexo y el amor. Quieren hacerlo con nosotros, de forma un tanto cruenta. El amor funciona también como un chupasangre, que succiona la alegría vital de la víctima, y la vacía de ella. Esta hipótesis amorosa sería al menos un consuelo para las víctimas del culícido hembra (nombre técnico del mosquito chupador).