Las nuevas tecnologías van a acabar con la familia y, si no, al tiempo. De esto podrían hablar largo y tendido esas miles de personas cuya infidelidad ha sido descubierta por sus parejas por un mensaje en el móvil que el culpable no borró a tiempo, o los usuarios de esa aplicación que te indica que el teléfono de tu cónyuge está en un hotel a las afueras de la ciudad y no en el cine donde se supone que está viendo la última de Terminator. Pero nada hasta ahora había provocado un ataque a tan gran escala al punto de flotación de la familia como la publicación de 39 millones de infieles que estaban registrados en la web de búsqueda de sexo extramatrimonial Ashley Madison. Una bomba nuclear contra la estabilidad matrimonial, vamos.

Resulta que la información de esta web, una de las más importantes del mundo para personas casadas deseosas de echar una cana al aire, fue robada en julio por piratas informáticos y los datos de sus usuarios fueron publicados luego en varios portales de internet. El hecho es que los nombres, correo electrónico, perfiles y gustos de los potenciales adúlteros, está a la vista de cualquiera, de forma que hombres y mujeres de todo el mundo están encontrando pruebas de la infidelidad de sus parejas. Al parecer, entre los que han sido pillados, se encuentran altos cargos de la Casa Blanca y del Congreso de los Estados Unidos, militares, parlamentarios británicos e israelíes e incluso, dicen, funcionarios del gobierno de España, lo que no es raro dado que 39 millones de adúlteros, son muchos adúlteros.

Un programa de radio de Australia se ofreció a buscar los datos de los cónyuges a petición de los oyentes mosqueados y una mujer descubrió en directo a su marido; y sólo con una fácil búsqueda en google te remiten a una página donde comprobar si tu pareja está entre los 35 millones.

Yo, ante la duda, y para evitarme berrinches, no pienso buscar el nombre de mi pareja en la lista de zascandiles, más que nada porque si lo encontrara sería incapaz de perdonarle, no tanto por la infidelidad, como por la estupidez ya que, tal como se ha demostrado ahora, muchos de los perfiles de esas mujeres de catálogo de ropa interior que se presentaban dispuestas a un escarceo, eran falsos. Además, eso de lanzar tus datos, tus medidas y tus gustos sexuales al ciberespacio con frases como «me gustan los azotes» o «voy a ser tu Don Juan», es como para sacarle las maletas a la calle y cambiar el bombín de la puerta.

Mejor evitar disgustos y no dar más trabajo a los abogados de divorcios quienes, por cierto, y según cuentan en una publicación norteamericana, se están frotando las manos.