Las vacaciones son unas páginas en blanco en la agenda. La agenda no sólo data obligaciones de estricto trabajo. En la agenda, escrita o mental, están también los amigos, las aficiones, los gustos creativos, las tareas de ocio (una contradicción sólo aparente), las disipaciones de la mente, los tiempos de descanso e indolencia que aloja la cotidianeidad, los hábitos de cualquier clase. Con la agenda hay una relación ambivalente, como ocurre con muchas pasiones. Por un lado la odiamos, por otro no podemos vivir sin ella. Deploramos el regreso a sus disciplinas, pero sin estas al final no somos gran cosa, o nada. Tras unos días lejos de la agenda, al regreso percibimos en ella incluso una calidez, como de placenta. La agenda nunca nos falla: con sus lugares de cada día y sus horas, aguarda quieta y paciente, sabiendo que nunca iremos lejos. La agenda es el sentido de la vida.