Agosto es un mes contemplativo, el perfecto punto de inflexión para hacer examen de conciencia y remediar errores o plantearse nuevos retos, pero la autocritica estival nunca debe caer en la complacencia o el resultado será tan engañoso como estéril, o lo que es lo mismo, si la premisa nace de mentirse a uno mismo la consecuencia será tropezar en la misma piedra.

Empecé a darle vueltas a esta teoría este tras ver Selma este verano, la película que relata la histórica marcha de Martin Luther King desde el pueblo homónimo hasta Montgomery para conseguir el derecho a voto de los negros americanos, y caí en la cuenta que el Doctor King fue asesinado a los 39 años. Impresionante lo que ese hombre consiguió sin haber cumplido la cuarentena. Todo un ejemplo, una inspiración.

Al mismo tiempo que maduraba el carácter valorativo de agosto se publicó la lista de los actores mejor pagados, encabezando la lista Robert Downey Jr (Ironman), Jackie Chan (El super canguro) y Vin Diesel (Fast & Furious). Seguramente tres de los peores actores de la historia del cine.

Al unir los tres párrafos anteriores en una sola idea llegué a una conclusión, hay que olvidarse de los prejuicios y ponerse el mundo por montera. Ninguno somos Picasso, Brando, Mozart, Cela, Induráin, Curie, da Vinci o Mandela, pero todos tenemos, en mayor o menor medida, una inquietud que nos hace especiales y enterramos bajo una montaña de excusas o acallamos por el qué dirán. Algunos se preguntan por qué son médicos cuando su sueño es ser fotógrafo de National Geographic, y unos piensan que lo suyo es la alfarería en vez de la contabilidad mientras otros desean que les toque la lotería para dedicarse a «lo que realmente les gusta».

Podemos pasar la vida esperando ese premio de lotería, adormecidos y agazapados en la calidez de lo confortable, pero los días pasarán y nada, absolutamente nada nos habrá acercado a la felicidad. Por eso propongo conjugar sueño y responsabilidad buscando un punto intermedio de realidad satisfactoria, dar un paso más allá y luego otro, para que desde el cumplimiento de las obligaciones acariciemos «lo que realmente nos gusta».

Me refiero a ser conscientes de lo que nos ata, lo que nos convierte en Sísifos del siglo XXI, y desde ese punto de partida tener la valentía de poner en valor lo que siempre hemos sabido que nos hace felices. Ni más, ni menos, que no es poco.

Por eso querido lector, si lo suyo es cantar, pintar, escribir, el Jiu-jitsu o la papiroflexia, hágalo sin recato y convencido de su valía porque al final de sus días no quedará nadie para juzgarle y, hasta donde yo sé, los que le critican ni pagan sus facturas ni le llenan la nevera, o sino piense en la autora de Cincuenta sombras de Grey, en el compositor de La Barbacoa o en el creador de Los Simpsons. Ni de lejos son los mejores en lo suyo pero, a diferencia de otros, creyeron en sí mismos.

No se trata de ser Dalí, Hendrix o Navratilova, sino mejor que ellos, porque en hacer lo que usted hace a su manera nadie le supera, y eso ya es digno de admiración.

Atrévase, no tiene nada que perder y aún le queda una semana de agosto para pensarlo. Puede que no logre ganar el Nobel de la Paz a los 35 años como hizo el Doctor King, pero una cosa es segura, será mucho más feliz. Vida solo hay una, así que saque tiempo para hacer lo que realmente le gusta. Se lo digo yo, que en lo mío soy el mejor del mundo.