Bebamos en Feria, es lo normal. Como es lo que se hace, eso legitima que la Feria de Málaga se convierta en un botellón consentido. No lo digo yo, lo dicen esos poderes fácticos fácilmente reconocibles. Yo abogo por cambiar el nombre de Feria de Málaga por el de Hagamos lo que nos salga de los cojones, que el Ayuntamiento nos deja. O un nombre más diplomático: Fiestas del libre albedrío, que es lo mismo pero en bonito. Porque Málaga, en sus días de Feria, pierde el sentido.

La ley sólo sirve en unos pocos casos. La Feria es ese tiempo en el que las normas del resto del año no sirven para nada. El tiempo en el que los malagueños nos sentimos orgullosos de que nuestro parque temático para guiris se sitúe en el mapa de las grandes fiestas que luego se traducen en salmantinos diciendo: «Joder, menudo ciegazo me pillé en Málaga en Feria». Eso es marca ciudad. Eso es crecer y situarse en el mapa. Consentimos convertir nuestra ciudad, esa que dicen de museos, en un Magaluf de Regional Preferente. Como decía Enrique González de Gor este martes, Málaga en Feria es mucho peor que Magaluf. Y seguirá siendo siempre que los líderes de opinión sigan jugando a adular lo que quieren sus políticos de cabecera. Mientras los que ganan sigan ganando mucho, el futuro de la fiesta o de la ciudad nos seguirá importando un carajo. Un día, y puede que ese día no llegue nunca, Málaga dejará de tener esta gallina de los huevos de oro con borrachos en sus calles.

Habrá muerto de éxito, o de fracaso, o enterrada por la basura. Pero pensar en el futuro no interesa a nadie, porque el que está ahora quiere llenar su faltriquera y al siguiente que le den. Y punto. Y el año que viene, más de lo mismo. Porque beber en Feria es lo normal.