Cuando el arqueólogo Español Carlos León Amores observó por primera vez los restos de los galeones Españoles de la flota del azogue en laRepública Dominicana quedó desolado. Los saqueadores había «excarbado» cientos de agujeros en el paisaje. «Parecía un patatal» recordaba. A lo largo de los siete mares del mundo, nuestros pecios hispanos han sido la principal diana de los cazatesoros durante decenios. atraídos siempre por la misma historia. La carga de oro y plata que transportaban. Hasta hace poco no había manera de poder comprobar el destrozo in situ que estos ladrones de la historia han hecho en nuestras naves, en las profundidades y aguas someras marinas.

Eso era hasta ahora... El ministro de Cultura del gobierno de España fue testigo directo en la marítima ciudad de Cartagena de los resultados de inspección del expolio en el pecio de la fragata Mercedes. Allí, desde el centro de mando del buque de centenario Instituto Español de Oceanografía «Ángel Alvariño», los medios pudieron transmitir en directo los detalles de aquella pionera intervención arqueológica para el Estado Español. La luz siempre es diferente en una sala de control de robots submarinos de alta profundidad, que dicho sea de paso, no esta al alcance de muchos países.

El Liropus 2000 del Instituto de Oceanografía que dirige el reconocido Eduardo Balguerías está en la centenaria, estratégica y reconocida internacionalmente institución estatal por algo. Los arqueólogos y los ingenieros que conocen la anatomía de un ROVS, sus cables de fibra óptica y sus cámaras de HD no podíamos dejar de disfrutar de una estampa que ha tardado demasiados años en llegar a nuestro país. Esta fotografía del examen de un pecio en profundidad tan solo era posible ver en países desarrollados, haciéndonos parecer a los demás países como países atrasados en la materia.

Las impresionantes imágenes que Luc Long, del centro nacional francés de arqueología subacuática, referencia Europea en la materia con sus Lune, Arles 4 o el Grand Ribaud, éste último por ejemplo supuso repensar el concepto sobre el comercio etrusco en el Mediterráneo, algo realmente relevante para la historia y para la ciencia. ¿Se imaginan esto mismo trasladado a la nube de naufragios hispanos que tenemos desperdigados por todas las aguas del mundo con todas las historias que contienen provenientes de sus numerosas redes de intercambio cultural y comercial? Tecnología y resultados científicos a la altura de un Estado, para explicar una historia de Estado. Un matrimonio de alta conveniencia que en el caso Español era inexistente, a pesar de que el IEO tuviese el personal y los barcos de exploración más modernos y eficaces de Europa.

El director del ARQUA, Iván Negueruela enfatizaba el hito, la marca, la cota de profundidad en la que habían realizado la «prospección con recogida de materiales»:1136 metros. Son muy pocos los que miran con ojos de arqueólogos en esas profundidades (al contrario que los cazatesoros que las llevan utilizando desde hace mucho tiempo), salvo la NOOAEstadounidense como nos han demostrado recientemente con los pecios de Monterrey en el Golfo de México, o la DRASSM anteriormente mencionada. Ahora también España. Una pica en Flandes, en un horizonte, que es la arqueología en profundidad, en donde España se puede convertir en referencia internacional. Máxime cuando somos una de las principales potencias mundiales en patrimonio cultural subacuático.

La Mercedes se ha convertido en todo un símbolo. En una clave, sobre la que convergen, como en las bóvedas góticas, diferentes nervaduras. En este caso acuáticas y náuticas, que por múltiples razones, escenifica todo lo que está ocurriendo sobre el patrimonio sumergido hispano. Aquella fragata de guerra del siglo XVIII ha supuesto un antes y un después. Ha tenido que ser un expolio, el perpetrado por los cazatesoros de Odyssey, el que ha puesto al desnudo y ha hecho conocer a la sociedad en general el enorme problema que nuestro país lleva sufriendo desde decenios. Falta de excavaciones, de intervención en el agua de los arqueólogos náuticos (en España hay una buena generación llena de talento y en el paro), de programa y proyectos, publicaciones, descubrimientos, exposiciones, resultados científicos y expolio a, numerosos expolios.

Historia marítima en el nacimiento y desarrollo de las naciones, que como nos recuerda acertada y lealmente la Real Academia de la Historia, requieren urgentes campañas de investigación y estudio debido a su abandono. Una urgente puesta en valor posiblemente para contar, como dicen Javier Marías o Jesús Calero, de una de las mejores historias por contar de nuestra cultura. La del descubrimiento y el dibujo del mundo por parte de España, no hace falta decir la maestría de los pilotos vascos, los cosmógrafos catalanes, los astilleros Cántabros, los marinos gallegos o los descubridores extremeños, entre otros participantes en esta impresionante aventura y que dejan su huella en estas naves naufragadas en miles de detalles arqueológicos. Desde sus propios utensilios, alianzas, vajillas, pasando por las formas de construcción naval de las propias naves que dirigían. Nuestra cultura queda atrapada en ese microcosmos que albergan las maderas de las cubiertas de sus naves sumergidas (que a propósito, extraña y sorprendentemente no se han encontrado en el caso de la Mercedes,así como sus imponentes anclas, una poderosa fragata de guerra de 45 metros de eslora en una profundidad en la que apenas hay corrientes marinas).

Tras escuchar y vivir historias surrealistas en nuestro país sobre ellos precios de esta época dorada, como la de otorgar medallas a reconocidos cazatesoros o dar permisos de excavación a estos ladrones de la historia, por alguno de sus naufragios había que empezar. Ya era hora.

No sabemos si se arrojaron flores y se pronunciaron discursos en el momento de dejar, pero de buen seguro que en los que pudieron vivir de cerca aquel momento, vivieron un momento histórico, así como una necesaria reconciliación con la historia y la memoria de las victimas en aquella tumba de guerra, tal y como nos recordaba acertadamente Moncasi de Alvear, o el almirante Zumalacárregui.

Desde La Mercedes, día tras día, gota a gota, asciende el persistente recuerdo de un día de traición y muerte, el que evocó su propio hundimiento, y el que ahora espera, tal y como establece la ley de patrimonio histórico, a que se haga justicia. Una justicia al evaluar los daños que tuvo que sufrir aquel yacimiento arqueológico al arrancar vilmente las casi 600.000 monedas que contenía en su interior, sin importarle destruir maderas legendarias, ni los restos de sus marinos, ni su memoria, su integridad arqueológica, su solemne silencio...