De vuelta de las vacaciones estivales, comenzaré el curso con una réplica en dos partes al artículo de opinión de Francisco Garrido y Manuel González, titulado: La convergencia estratégica de la Ecología Política en Podemos y la unidad popular, en el sus autores establecen como conclusión lo que ya apuntan en el título: «que el lugar de la Ecología Política hoy es Podemos y los espacios de ‘unidad popular’ y de convergencia y cooperación política». El artículo puede leerse completo aquí.

Una objeción de carácter general que se le puede hacer a la tesis de Garrido y González, es que la instauración de un Estado del bienestar ecológicamente sostenible no es posible bajo el paraguas crecentista de las políticas socialdemócratas que defiende Podemos, cuya continuidad los propios autores reconocen «imposible debido a la crisis ecológica». La tesis sustentada por Garrido y González es una falacia argumental, justificada en la predisposición o sesgo cognitivo de sus autores respecto a la estrategia que proponen, pues para el establecimiento de un estado ecológico no basta con la sustitución del paradigma del crecimiento económico por el de la prosperidad como propugnan, sino que esta transformación implica un nuevo estado de ser y una nueva forma de estar en el planeta, para lo cual es necesario dejar atrás la vieja idea de la producción y el consumo como medios para alcanzar el progreso social. Significa dar prioridad al ser sobre el tener. Para ello, el estado debe ser refundado sobre la equidad y la justicia intergeneracional. Esto significa que debemos preguntarnos, como hace Marcellesi: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos? En otras palabras: representa un cambio estructural y no un retoque cosmético, significa dejar de pensar en términos económicos: de flujo de beneficios, costes ambientales, etc. para hacerlo en términos de «democracia biocéntrica». Es cuidar las necesidades de las generaciones futuras y de la comunidad biótica. Y nada de ello se aprecia en Podemos, que apuesta por soluciones económicas de tipo «motor sistémico del crecimiento», que diría Dobson. ¿Entonces, para qué se quiere integrar la ecología política en Podemos?

Otra objeción que se puede hacer a la tesis de Garrido y González, esta vez desde el terreno de la estrategia, es que para la ecología política la propuesta que lanzan ni es de convergencia ni es estratégica. No es de convergencia pues Podemos no es un espacio de «unidad popular» o cooperación política, ya que en aquellos territorios y con aquellas fuerzas políticas que no producen rendimiento electoral a la formación morada o no son actores importantes para el cambio, la convergencia queda limitada a una integración en sus listas, bajo sus condiciones o bien es rechazada, con la integración de alguna figura de interés como excepción.

La propuesta tampoco es estratégica pues esta concurrencia es una integración subordinada. Un ejemplo del primer escenario descrito fue el de la participación de Equo en las últimas elecciones autonómicas andaluzas. Sus candidatos concurrieron integrados en las listas de Podemos, quien no les permitió indicar en la papeleta electoral al lado de su nombre el del partido de la ecología política (Equo), para que pudieran ser identificados por los electores. Fueron las condiciones impuestas. El partido morado, en cambio, si permitió la diferenciación de ambas formaciones políticas en los actos públicos de campaña. Escenificaba de esta manera una concurrencia subordinada de actores diversos en sus listas, haciendo gala de un pluralismo ficticio, al tiempo que neutralizaba o disgregaba a sus adversarios y allanaba el camino hacia la hegemonía política y social que pretende. Fue una maniobra hegemónica calculada.

Esta estrategia, ya se sabe, sólo produce beneficios al actor principal, pero nunca al subordinado, salvo que el término beneficio sea confundido con el de limosna o se quiera dar carta de naturaleza a lo que simplemente es un soborno. Un ejemplo del segundo escenario referido, el de rechazo del pacto, sería la postura de Podemos mantiene frente a IU. Con la propuesta que formulan Garrido y González, intentan favorecer la producción de una identidad transversal que convierta a Podemos en el epicentro orgánico de la contienda política y en la formación que fija los ejes discursivos. Hasta el propio Alcalde de Cádiz, miembro de Podemos, reconoce que éste no representa la unidad popular.

Una segunda objeción derivada de la anterior, es que las nuevas «mayorías sociales surgidas», no son mayorías de ruptura del consenso social respecto al patrón económico-ambiental existente, que es insostenible, sino que son mayorías sociales de contestación a la ruptura del estado del bienestar producida por la implementación de políticas de austeridad. Al ser la motivación para la movilización, en cada caso muy diferente y no efectuar los autores diferencia alguna entre ellas, la finalidad no declarada del intento de integración que lanzan Garrido y González es crear una identidad única, atraer a esta formación política actores y voluntades y favorecer la hegemonía de Podemos sobre los grupos subordinados, entre los cuales estos autores sitúan a la ecología política. Podemos no busca la cooperación política, esta propuesta es por tanto la tentativa de repetir por tercera vez la misma estrategia de integración subordinada, a pesar de la pobreza de resultados que produjo en el pasado y que el único logro que alcanzó fue la invisibilización de la ecología política como se verá. Su praxis demuestra que esta estrategia sólo fue una «oportunidad de jugar en la política activa». La estrategia que ha de emprender la ecología política por tanto deberá ser la inversa: hacer converger en la ecología política las mayorías sociales de ruptura y reforma económico-ambiental para desarrollar una agenda política propia con capacidad de influencia.

Continuando con las objeciones, esta vez desde el terreno de la praxis política, la propuesta de convergencia de la ecología política es, como se ha dicho, un conato de repetición de una estrategia fracasada reiteradamente, cada vez que la misma fue puesta en práctica. De esta estrategia nació el pacto de Los Verdes de Andalucía con IU, durante los años 1994-1997, cuyo fruto fue el engendro IU-Los Verdes, Convocatoria por Andalucía. Este pacto reportó a la ecología política durante veinte meses, entre 1994 y 1996, la presencia en el Parlamento de Andalucía con dos diputados, así como la elección de cuatro concejales en capitales de provincia, en las listas de IU, en las elecciones de 1995. El mayor coste de esta estrategia para la ecología política fue la inutilización de la marca «Los Verdes», debido al mal uso de la misma que hizo IU-Andalucía tras la terminación del pacto y la confusión que este abuso provocó en el electorado. Este uso ilegítimo continúa en la actualidad a pesar de no existir ya la alianza entre IU y aquella fuerza política. La consecuencia que se derivó de esta estrategia para la ecología política fue otorgar apariencia renovada a un proyecto político agotado: el de la izquierda, permitiendo a IU aparecer como la fuerza política motora de la izquierda. Continuará.