Lo que de veras une a una familia es el reparto. La expectativa del que se avecina, a veces por décadas y décadas, y su realización post mortem, que puede prolongarse otras tantas. La gran familia europea está en su ser cuando llega el reparto, que normalmente es el de los fondos de cohesión (en el fondo la cohesión, en estado dialéctico, resplandece en el reparto mismo) y el de los cargos, que cada país recauda pensando siempre en que cuantos más repartidores tenga más favorecido resultará al llegar la hora del primero. Ahora llega una nueva modalidad de reparto, el de los refugiados, lo que, aunque otra cosa parezca, supondrá un refuerzo del sentido de familia. Vendría a ser equivalente, en cierto modo, al reparto de los viejos en una familia propiamente dicha. Si no hay acuerdo, y vuelven las fronteras nacionales, acabaría el reparto, y empezaría a acabar la gran familia europea.