Empieza un nuevo curso escolar aunque con los mismos viejos problemas de otros años. Más de 150.000 estudiantes llenarán hoy las aulas en Málaga dispuestos a prepararse para un futuro laboral seguramente bien diferente al de sus padres. La tecnología ha generado profesiones impensables hace años y para las que se requieren conocimientos y aptitudes que nunca habían figurado en los planes curriculares de las escuelas. El emprendimiento, la creatividad o la innovación son conceptos que los pedagogos subrayan ahora como básicos en la educación mientras que el acto de memorizar pierde fuerza. Una nueva forma de enseñar para formar a los profesionales del futuro inmediato. El cambio da vértigo pero también es emocionante y el principio de curso debería ser una buena oportunidad para conocer qué cambios en este sentido realiza nuestro sistema educativo. Pero, como siempre, la realidad se impone y vuelven a ser los problemas los que copan la actualidad. El debate gira una vez más alrededor de carencias básicas en infraestructuras y personal. Sobre las mesas de los colegios ya hay ordenadores y tabletas y las pizarras digitales se han impuesto, pero los avances tecnológicos conviven con las aulas prefabricadas, que seguirán un curso más mientras se debate sobre si deben llamarse caracolas, barracones o «aulas de fabricación rápida», como ha sugerido la consejera Adelaida de la Calle.

Capítulo aparte merece que el curso esté marcado por la incertidumbre que genera la aplicación de la Lomce. Una ley educativa nacida sin consenso, como sus predecesoras, y a la que la Junta de Andalucía sigue oponiéndose pese a que tenga que empezar a aplicarla. Un año más la creatividad y la innovación serán asunto exclusivamente de unos profesores que no se resignan a que los avatares políticos les ganen la partida. ¡Ánimo!