Desde la Junta, desde la presidencia de la Junta, no puede torearse más el futuro de La Cónsula. Estamos, quizás, ante su última oportunidad. La Cónsula, hasta ahora, ha sido el marrón que nadie en la Junta quería tener en su agenda, una patata caliente. Esto debe terminar. Si la Junta es incapaz de resolver este problema, apaga y vámonos. Está sobre la mesa, ni más ni menos, la credibilidad y la palabra de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, cuando en el mes de marzo pasado se comprometió en su viabilidad.

La historia tiene su peso porque evocar este nombre es pisar sobre seguro. Al menos así ha sido hasta hace dos años. De sus fogones han salido cocineros rifados en el exigente mundo de la alta gastronomía. La Cónsula es, como poco, el mejor laboratorio que ha tenido Andalucía para crear y dar prestigio a quienes pasaron por sus aulas, bien docentes como dicentes. Dos de sus creadores, el exconsejero de Trabajo Francisco Oliva y el entonces alcalde de Málaga, Pedro Aparicio, se adelantaron en el tiempo en fomentar, desde la parcela pública, una actividad que años después fue imitada, dentro y fuera de Andalucía. Tal era su prestigio que bastaba decir haber estudiado en La Cónsula para que se abrieran las difíciles puertas de los más preclaros y afamados templos del buen comer. No es cuestión de dar nombres pero en el historial cercano de La Cónsula hay nombres que imprimen carácter, de ellos, el más enamorado de su profesión, Rafael de la Fuente Milanés. Y como él, otros muchos profesionales (Goyo Camarero, por ejemplo) que están en la retina de quienes tuvimos el inmenso placer de saborear sus platos. Como tiene escrito mi hermano Víctor Mellado (La calle de en medio. Diario Sur), «La Cónsula es y debe ser el ejemplo que magnifique a la hostelería y le dé un toque especial, con cocina pegada al terreno pero con una dinámica que la proyecte dentro y fuera de España». Y así ha sido. El director de este periódico tiene escrito (19 julio 2015) que «La Cónsula es una fuente brutal de talentos y tiene que ver mucho con la expansión gastronómica de Málaga». Y son muchos los profesionales de la hostelería como Enrique Cibantos, presidente de la Academia de Gastronomía de Andalucía, quien tiene dicho que si no hubiera existido habría que inventarla.

Por eso duele, y mucho, que La Cónsula (y, por supuesto, La Fonda) lleven casi dos años viviendo en la incertidumbre, sin saber cuál será su futuro, sometida a incalificables presiones y objeto de batallitas políticas que a nada conducen. Es cierto, y aquí hay que exigir transparencia máxima, que la gestión económica no ha sido la adecuada, con muchas incógnitas aún por despejar, gastos improcedentes y compras sobredimensionadas. A ello hay que añadir los vaivenes de la Junta de Andalucía que, al parecer, ya están resueltos siendo el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) quien debe afrontar, diseñar su futuro y atender las lógicas demandas de alumnos y profesores. En julio pasado, el consejero José Sánchez Maldonado, al que ha tocado resolver este marrón, dijo que «a partir de septiembre» volverían las dos escuelas a la actividad normal. La palabra de Sánchez Maldonado tiene su valor y en ella confían; esperemos que no haya más dilaciones. Y para rematar la faena, Ruiz Espejo, eficaz y serio delegado de la Junta en Málaga sentenciaba: «en los próximos días se sabrá la hoja de ruta para que estos consorcios vuelvan a la normalidad». Que así sea. Lo dicho, la última oportunidad.

PD.- (1) El fraude en los cursos de formación no es patrimonio sólo de Andalucía, sino que se extendió, como un reguero de pólvora, por toda España. Así lo tiene documentado el Tribunal de Cuentas. ¿Se atreverá el PP a pedir comisiones de investigación, como ha hecho en Andalucía, en las autonomías que hasta las pasadas elecciones gobernaba? Moreno Bonilla tiene diversas varas de medir y de ahí su poca credibilidad.

(2) La sociedad civil, los ciudadanos, las asociaciones no gubernamentales le han venido sacando los colores al Gobierno del PP en el asunto de los refugiados. Han sido ellos los que han marcado la ruta a Rajoy, a Soraya Sáenz de Santamaría y al ministro del Interior que no han tenido más remedio que aceptar el número de refugiados asignados por la UE. Los cambios de criterio son marca de la casa, de Rajoy.

(3) Mercedes Alaya, la jueza justiciera, sigue en guerra, dando mandobles y poniendo a caldo y quina al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Mal perder y peor profesional. La nueva juez Núñez Bolaños ha solicitado se abran diligencias para saber el papel jugado por Juan Ignacio Zoido y del exministro del PP Eduardo Zaplana, en un ERE minero en Huelva. Veremos.