¿Otra vez los reinos de taifas?

Negros nubarrones se ciernen sobre la integridad de España como nación hasta ahora una e indisoluble. Al independentismo que Cataluña propugna a ultranza -no cejan en su empeño Mas y sus incondicionales - se unen ahora con idéntica obstinación los responsables políticos de Valencia, Baleares y Aragón, enarbolando las mismas pretensiones y lanzando dicterios contra quien ve como un flagrante desatino que quieran anexionarse al territorio catalán, desgajándose del país del que hasta ahora habían formado parte. Navarra, sin pararse en mientes, para colmar el vaso de los dislates, propone unirse al País Vasco.

Entre unos y otros tratan de transformar el mapa de España tal como se veía desde muchos siglos atrás. Políticos de antaño, aún en ejercicio y las novísimas catervas que esgrimen con descaro las banderas del populismo no dudan en pretender cuartear el país a su antojo tratando de remover cimientos que se creían bien asentados.

Después de la desintegración del Califato omeya de Córdoba se constituyeron más de una veintena de pequeños estados dirigidos por caudillos locales que intentaron en el siglo XI copiar su estructura a una escala menor, pero se percataron pronto que solo un poder centralizado podía hacer frente a las mesnadas de los reinos cristianos del norte. El fracaso de los reinos de taifas se hizo evidente, aunque tomara cuerpo el concepto histórico de Al-Ándalus, en que brillaron a gran altura las ciencias, la sicología y el saber en general. Pero ésta es otra cuestión.

Admito que es una exageración, pero lo que políticamente ahora está ocurriendo díganme si no se parece en su intríngulis a un reverdecimiento de aquéllos reinos de taifas finiquitados que desmembró la vieja piel de toro. Numerosos clanes opuestos entre sí, cada uno tirando hacia su lado sin considerar que la estaban despellejando, esgrimiendo banderas propias diferente a la que los juntaba a unos sin distinción.

Lo que ahora está en el candelero de la actualidad política y lo que proponen colgarse medallas por su empeño es convertir España en un carajal de pequeñas nacionalidades aboliendo la unidad que con cantidad esfuerzo logró culminarse años ha. Cuanto más que lo que se propende es eliminar barreras en un mundo globalizado que cada vez se hace más pequeño y que los países que lo conforman no aspiran sino a materializar proyectos y metas en común que redunde en beneficio de todos más allá de nacionalismos extemporáneos y excluyentes.

José Becerra Gómez. Málaga