Economía y política. Una pone la música y la otra baila. O al revés. Según el momento. Lo volvemos a ver estos días con la prima de riesgo, y nos empiezan a temblar las piernas recordando aquel verano de 2012 en que los boletines informativos abrían con la fatídica cifra, augurando casi el fin del mundo. Los datos están muy lejos de aquel récord de los 638 puntos básicos, pero la preocupación empieza a cundir tras semanas de lento pero constante repunte del temido indicador. Y ya se sabe que miedo, incertidumbre y mercados forman una combinación de la que no suele surgir nada bueno. La prima de riesgo española estaba en mayo en 125 puntos básicos y en los últimos días ha superado los 140. Y mientras tanto, Italia, el vecino al que todos los analistas miran, marca una tendencia opuesta: de 135 puntos en mayo a situarse en torno a los 115.

Casi todos coinciden en la raíz política de este episodio. A la vuelta de la esquina están las elecciones catalanas (plebiscito para los soberanistas), un punto en el horizonte después del cual surgen enormes incertezas y dudas, sea cual sea el resultado. Y unos meses más allá están las elecciones generales, con una fragmentación del voto a la vista y la previsible entrada en los círculos de mando de los partidos emergentes. La economía es conservadora, anticipa no ya la inestabilidad, sino el riesgo de inestabilidad, y la prueba del nueve es la evolución reciente de la prima de riesgo. Eso dicen los especialistas (los del BBVA, por ejemplo) y la lectura cae bien al Gobierno, claro. ¿Qué gobernante no quiere ser ejemplo de estabilidad y calma chicha financiera?

No obstante, aparecen voces alternativas que dicen que no, que hay factores puramente económicos de peso, como la mayor dependencia de España (en comparación con Italia) para financiarse con capital extranjero, la posible desaceleración de la economía (los propios analistas del BBVA reducen la previsión de crecimiento en el tercer trimestre al 0,6 %, casi la mitad de lo que pronostica De Guindos) o el auge de la deuda externa, que tocó récords hace pocos meses. Todo ello, además, en un momento global de poco riesgo inversor ante el batacazo chino.

Lo real es que mientras Italia crece al 0,7 % y España (al menos hasta ahora) al 3 %, los datos de la prima de riesgo indican que los inversores empiezan a preferir al país transalpino dentro de la Europa del Sur. Y conviene tenerlo en cuenta, porque cada punto básico que aumenta la prima de riesgo supone que España ha de pagar más por los intereses de la deuda y que tiene más dificultades para financiarse.