El pasado domingo mi casa y yo nos abrimos al mundo. Mi casa abrió ventanas, ventanucos y ventanales y dejó que lo de afuera entrara. Y la brisa tempranera y el olor a mar sin tiempo entraron, como dos regalos. Y yo me dejé hacer. Y durante un momento intenté escuchar el ruido de afuera, pero aún no había llegado. En la calle solo estaban Encarna, la del quiosco, que los domingos vende en voz baja, y, a lo lejos, un perro sigiloso que paseaba a su humano mudo. Los ruidos domingueros no madrugan, ya se sabe...

Pero la prensa no sabe de domingos, y la del domingo estaba llena de ruidos desde temprano. Los dicentes y los escribientes se multiplican los domingos, diríase. En los periódicos se apelmazaban los guarridos, graznidos, roznidos, barritos, relinchos...; las historias dolosas; los pecados y delitos de lesa humanidad; los idealismos tan brillantes como imposibles; y las tonterías. Y también algunos desbarres de pluma, que es como llamaría a los lapsus calami Fernando, mi hermano maño al que tan poco frecuento para mi vergüenza y mi mal. En un periódico, un escribidor, refiriéndose a un relevante miembro del Partido Popular, contaba que «el «conversador» Fulanito afirmaba...». Y en otro periódico, refiriéndose a un exdirigente socialista que ya abandonó la militancia, otro escribidor expresaba que «el «exorcista» Menganito negaba...». Pareciere que los domingos hay plumas mágicas que hacen que los exsocialistas se vuelvan exorcistas y los conservadores, conversadores... Pero la realidad es que hace cientos de domingos que ni los unos exorcizan nada de nada, ni los otros conversan más allá de entre ellos mismos. Y a veces ni eso...

Freud, para facilitarnos la intelección de su teoría sobre los lapsus -los verbales y los escritos-, afloró el concepto «acto fallido», que después degeneró en «parapraxis/parapraxia». La parapraxis explica que, a veces, los lapsus más que error son respuestas incontroladas por las que expresamos lo que realmente pensamos/sentimos, en lugar de lo que conscientemente pretendíamos expresar. O sea, que los lapsus linguae y los lapsus calami -no siempre- son como ventosidades traviesas que burlan los esfínteres de nuestro intelecto y de nuestras emociones para hacerse presentes por libre, y dejarnos con el culo al aire ante el respetable. Felizmente, ahora, en las parapraxias escritas, tenemos el corrector de Word para echarle la culpa. ¡Algo es algo...!

Así estábamos, mi casa con las ventanas y los ventanales abiertos, y yo con mi sesera embebida en el ruido de los diarios, cuando me tropecé con las declaraciones de buenos propósitos de la autoridad que preside el consejo de sabios turísticos del terruño costasoleño, al que no pude acudir por encontrarme ausente. Y leer los nuevos propósitos de este año, me emocionó. ¡¿Cómo no emocionarme si llevo más de trescientas cincuenta mil horas soñando con esos propósitos...?! ¿Que cada año se repiten idénticamente los mismos propósitos, pero cada año son innovadores y novedosos y originales...? ¡Vale, eso es magia...! ¡¿Y qué más da...?! ¡Seamos sensibles, leñe...!

Equilibrar el centro de gravedad de la rentabilidad y gestionar la estacionalidad, desde la gobernanza... ¿A que suena hermoso...? ¿Quién no rompe a llorar ante tamaños propósitos...? Yo no pude reprimirme. Y lloré entusiasmado de emoción y de júbilo y de alegría y de deleite y de alborozo y de gozo... La riqueza novedosa de la propuesta me enhestó la esperanza. Y ahí sigue, enhiesta como no sé qué, desde entonces.

Y en mi gozo estaba cuando apareció una mosquito... Y giró a mi alrededor y se posó en el periódico con la pericia de una piloto de élite. Era una mosquito de la familia de mosquitos que ha venido persiguiéndome con la trompa presta desde principio de verano. Inesperadamente levantó el vuelo, volvió a girar a mi alrededor, hizo un picado rumbo a mi cara, y, al llegar, se elevó perdiéndose ventana afuera... Y ahí reparé en el asunto:

¿Por qué no asumir la biología y el ciclo estacional del mosquito como modelo para la gestión de la estacionalidad turística? Ambos ciclos, que crecen o decrecen en función del clima, son clones. Ya veo el titular:

«La Costa del Sol crea un equipo multidisciplinar compuesto por biólogos, etólogos, entomólogos y sabios turísticos para generar un modelo maestro universal que contribuya a gestionar la estacionalidad turística».

¡Una novedad, una innovación y un puntazo, tú...! ¿O no?