Después de todos los palos que se han llevado durante la primera fase de competición, España juega esta tarde la final del Campeonato de Europa. Ahora todos esos palos se han transformado, como por arte de magia, en halagos y en «ya lo decía yo». Parece mentira. En nuestro país somos así, capaces de retirar a una gran estrella al día siguiente de ser nuestro ídolo nacional. O al revés, según convenga.

Hasta yo en mi artículo de la semana pasada os hablaba de que teníamos que comprender las importantísimas ausencias con las que nos presentábamos a la cita y que nuestro equipo no podía tener otro objetivo que buscar la clasificación para el preolímpico. Lo mío tiene más delito. Sí, de corazón lo digo. Y es que yo he compartido vestuario, largas concentraciones, viajes infernales y campeonatos importantes con muchos de esos jugadores. Yo he comprobado de primera mano de qué pasta están hechos esos tíos y cómo compiten.

Entre todos ellos, ha cogido el mando Pau Gasol. Y lo ha cogido sabiendo que, por nuestras ausencias, tendría que asumir la total responsabilidad, ser el líder en el ataque y la defensa. Pero también, y esto es más difícil, está asumiendo el liderazgo fuera de la cancha siendo capaz de convencer a sus compañeros de que están capacitados para ganar, que pueden hacerlo. En esto seguro que contó con la ayuda de su entrenador, artífice de que este equipo, que parecía tan blando en defensa, haya ido mejorando partido a partido en este aspecto tan importante para ser campeón.

Pau Gasol, ¡¡qué jugador!! Me acuerdo de ese niño cuando era júnior con 2,14 de altura tan delgado picándose con Juan Carlos Navarro en las series de tiro a diez triples. Siempre perdía, algo que no era difícil por el rival. Lo curioso era que perdía nueve a ocho, u ocho a siete. Tenía todas las condiciones para triunfar en este deporte pero todavía le faltaba algo. Era en aquel equipo el suplente de Felipe Reyes. Quizás necesitaba madurar físicamente para ser más rápido y fuerte. Todavía era demasiado lento en sus desplazamientos. No olvidaré su forma muy peculiar de andar. Recuerdo que en Mannheim, donde fuimos a disputar un prestigioso torneo internacional que organizaba una base americana, un sargento puertorriqueño del ejército norteamericano que siempre andaba cerca de nosotros (por aquello del idioma) lo bautizó como «the Pink Panther» porque andaba igual que el famoso personaje de animación.

Pau, que siempre se defendía diciendo que nadie comprendía su juego porque él era un estilista, tiene mucho que agradecer a Quim Costa y Joan Montes, sus entrenadores en aquellos años. Ellos le hicieron sufrir poniéndole a jugar de alero (y hasta escolta) para que defendiera a jugadores más pequeños que él y mejorara en su manejo de balón y su juego de cara a canasta.

Para mí el gran salto que Gasol debía dar era físico. Había que esperar a que dejara de crecer y se desarrollara. De esta forma mejoraría su coordinación, su velocidad y fuerza. Esto lo consiguió el año que subió definitivamente al primer equipo del FC Barcelona, sustituyendo a Rony Seikaly, que vino como estrella de la NBA y pegó la espantada. Fue en ese momento cuando dio ese cambio físico trabajando junto a Pepe Casal, el preparador físico del Barça y un hombre al que Pau también le debe mucho. Seguro que todos recordamos aquella Copa del Rey de 2001 en Málaga donde, además del título de campeón y el MVP, Pau Gasol dijo «aquí estoy yo».

El pasado jueves, Pau jugó a un nivel brutal. Seguro que todos disfrutamos y nos emocionamos viéndole. Pero lo que a mí más me impresionó es cómo dos minutos después de marcarse ese partido es capaz de hacer unas declaraciones llenas de humildad y sentido común, dando una lección de saber ganar.

Esta tarde vamos a disfrutar de nuevo seguro. Las audiencias serán altas. Ahora sí todos creemos en la victoria porque nosotros tenemos a Pau. A mí me da igual que ganen o pierdan hoy. Para mí ya han ganado. Estos días nos han enseñado qué es el deporte de equipo y los valores que transmite. Sólo me queda quitarme el sombrero ante Pau Gasol y nuestra selección.