Hace casi cuatro meses que se celebraron las elecciones municipales. Ya se han cumplido los famosos 100 días que se les deja de cuartelillo a los alcaldes y concejales para que se hagan con sus despachos, sus cargos de confianza, sus técnicos asociados, sus bolis y lápices.

Imagínense si cuando te contratan como directivo en una empresa le dijeras al consejo de administración: Déjenme 100 días que me haga con esto, el horario, el trayecto a la oficina y ya si eso en cuatro meses les paso un informe. Más aún si, como pasa en Málaga, realmente no ha habido ningún cambio en el gobierno. En nuestra ciudad casi todos los que estaban de directores y concejales están contratados o recolocados. Y efectivamente he dicho casi todos porque no todos están. Lo importante no son los 100 días que llevan sino los 1.360 que les quedan, que haciendo cuentas así por encima son casi 13 periodos como los ya vividos. Teniendo en cuenta que cuando se sabe que va a haber elecciones todo se para (al menos 6 meses antes) podemos decir que quedan 11 centenas de días. Si quitamos las cuatro navidades, los cuatros agostos (con sus cuatro ferias y 24 millones de visitantes) y las cuatro semanas santas. Así a vuela pluma nos quedan 8 periodos de 100 días para hacer cosas.

Por tanto hemos consumido ya una novena parte de la legislatura y los cambios son pocos, alguno pero insuficientes. Siguen los rifirrafes, siguen los debates vacíos pero efectistas para aparentar sin llegar a lo importante. Se gobierna por inercia y sin estrategias claras y firmes. Se suple con muchas personas que son buenos en lo que hacen pero falta una meta, un fin claro. Una novena, me temo que a eso nos habremos de encomendar, a una novena al Padre Tiburcio Arnáiz, porque me temo que los tan prometidos cambios van a tardar en llegar.