En Andalucía, las elecciones catalanas de este pasado domingo han estado a flor de piel, no en vano unos dos millones de andaluces tuvimos que buscarnos los hallares en esta tierra que tanto amamos y que algunos políticos, del tres al cuatro, nos quieren hacer odiar; no lo conseguirán. La mentira en política tiene un alto coste, que se lo digan a Artur Mas al que muchos ya sitúan en Quebec (Canadá) para seguir luchando por la independencia. Artur Mas, el peor presidente de la Generalitat de todos los tiempos, está amortizado. Su compañero de fatigas, Oriol Junqueras, tendrá que seguir siendo la gota malaya, abriendo puertas a la izquierda porque con la derecha de Convergencia a ningún lado va. Y el mamporrero de Raúl Romeva, salido de la izquierda ecologista, deberá buscar alivio en los cuarteles de invierno, si es que los tiene. Los tres han fracasado y quienes lideran la CUP, la izquierda variopinta catalana, deberá pensarse, y mucho, si debe aupar a los altares de la gobernanza catalana a quien transita por la corrupción, o sea Convergencia (con sedes embargadas, las mordidas del 3% y el esperpento caradura de su padre político, Jordi Pujol) y sin soluciones para la grave crisis en la que están envueltas la sanidad, la educación, el empleo y los servicios sociales en Cataluña gracias, hay que repetirlo, al peor presidente de la Generalitat.

La CUP tiene dicho que no aupará a Mas al poder, pero ya se sabe que en política nada hay escrito. Administrar los resultados no le será fácil a la CUP, la candidatura popular de izquierdas. Si el heterogéneo grupo entorno a Mas pretende seguir el camino de la independencia como argumento capital en su estrategia política seguirá en el lamentable proceso de fractura social de la sociedad catalana. Sin la CUP, el grupo de Más no llega al 40% del voto independentista. Por tanto, queda dialogar, hablar, buscar consensos, y abrir nuevas vías porque los catalanes, mayoritariamente, no quieren separarse de España.

Sí hay que tener en cuenta a Ciudadanos y a su candidata, la jerezana por nacimiento, Inés Arrimadas, triunfadora de las elecciones. Y antesala de lo que puede suceder en las elecciones generales, con Albert Rivera más que crecido, echando el aliento al cogote de Mariano Rajoy, otro gran perdedor que en la campaña se dejó la piel obteniendo unos pobres resultados por haber aupado a García Albiol a liderar el PP catalán con sus únicos atributos de haber gestionado la limpieza étnica siendo alcalde de Badalona.

La gran caída del PP alerta de lo que le puede suceder a la derecha en las elecciones generales por venir, aunque como es propio de este partido, seguirá mirando a otro lado, como si el varapalo electoral no fuera demasiado contundente y olvidando que caminan derrota sobre derrota desde las elecciones europeas y autonómicas andaluzas. El PP en Cataluña ha perdido 8 diputados. Hay quien extrapola estos resultados a las generales y es posible que el PP pueda perder entre 35 y 40 diputados, con Rajoy (es el PP) de segunda fuerza, detrás del PSOE.

No es para echar las campanas al vuelo, pero los socialistas catalanes aguantaron el tipo, cuando las encuestas previas, las ajenas y las propias, no le daban más de 12 diputados, y han conseguido 16 (pérdida de 3). Iceta y la presencia de Pedro Sánchez y otros líderes socialistas como Felipe González han sido fundamentales para evitar el derrumbe del PSC, tal y como se auguraba. El tradicional granero socialista en el cinturón de Barcelona y en el bajo Llobregat, donde está instalada y manda la emigración andaluza, ha vuelto a responder no así en Girona y Lleida. Todos querían dar bocados a la tarta socialista (Ciudadanos y Podemos) y es posible que una parte de sus antiguos votantes socialistas lo haya hecho por Ciudadanos e incluso por el independentismo, pero no parece que Podemos haya recogido el voto socialista.

Podemos, pese a la presencia activa y candente de Pablo Iglesias, bajo en su credibilidad, ha sido derrotado en toda regla, cuando las encuestas lo situaban como segunda o tercera fuerza y ha pasado al quinto lugar, empatado en diputados con el PP. Podemos ha visto las orejas al lobo y ha comprobado, de forma muy dura y amarga, que la ambigüedad, el especular sin definición en temas esenciales, sin que el ciudadano sepa dónde está, transversal en sus planteamientos, aunque provenga de la izquierda radical y anticapitalista. Se puede asegurar, sin miedo a equívocos, que Podemos ha dejado de ser la referencia de la izquierda española y es el PSOE el que sí aparece capaz de liderar la socialdemocracia en España. Era patética la argumentación de Íñigo Errejón cuando en La Sexta quería justificar los malos resultados de Podemos.

Dicho lo cual y posiblemente para despejar el futuro, dentro y fuera de Cataluña, sería bueno pensarse, si fracasa el diálogo y la búsqueda de nuevas vías, convocar referéndum a la escocesa. Y que el pueblo hable de nuevo. Los independentistas han perdido las elecciones plebiscitarias y debe haber nuevos horizontes.